Ayer me encontraba en la cama. Tumbado a la 1:00 de la noche con la única luz de la pantalla del iPad iluminando la habitación. Y una pregunta rondaba una y otra vez por mi cabeza. ¿Y ahora qué?
Cansado ya de no obtener respuesta busqué un audio en ivoox, algo que hiciera que me evadiera de mis pensamientos por un instante.
Elegí un corte de un programa que me suele gustar y puse el temporizador para que se apagara a los 15 minutos, justo el tiempo necesario para quedarme dormido.
Al poco de estar dormido me giré inconscientemente. Sentía como si alguien me observara y no tuve más remedio que abrir los ojos. Y allí estaba, sentado en la silla que tenía frente a la cama. Al principio pensé que era parte del sueño pero cuando me dijo, buenas noches Rubén ¿qué tal estas?, me dio tal susto que casi me muero de un ataque al corazón. La visión intentó calmarme. No te preocupes, no te haré nada. Tranquilízate. Me decía. Pero aún así, tardé un momento en recobrar mi respiración habitual. El personaje en si no tenía nada especial. Era un hombre de unos 40, y vestía unos vaqueros y una camisa. Y fue al fijarme detenidamente en su cara cuando lo reconocí. Era el portero de mi anterior casa.
- Hola Rubén, vengo a enseñarte algo. Ven conmigo.
- ¿Qué ocurre? ¿Cómo has entrado?
- No te preocupes Rubén, no nos llevará mucho tiempo.
Al rato me encontraba como observando todo desde las alturas. Y lo más extraño. Estaba viéndome el día que me fui de mi casa, recogiendo las pocas cosas que me llevé el último día que estuve en el que una vez fue mi hogar.
Metía cosas en unas bolsas. Recogía un par de libros que necesitaba. Deambulaba por la casa deteniendo mi mirada en cada recoveco, en un último intento de rememorar cada momento de alegría que pasé allí. Me vi bajando las bolsas al coche y volviendo a subir para echar un último vistazo a todo. E instantes antes de abandonar mi casa vi como me sentaba en el sofá con la mirada perdida. Y de pronto lloré. No recordaba que hubiera pasado así. Pero ahí estaba yo, sentado y llorando durante unos minutos. Y de pronto me levanté y dije en alto y con la voz algo entrecortada. ¡Volveré!¡Volveré!
- ¿Por qué estoy viendo todo esto ahora?
- Soy el fantasma del pasado. Te muestro como estabas hace unos meses.
La visión me señaló hacia abajo con la mirada. Y observé que ahora conducía, me dirigía a casa de mis padres. Un lugar conocido, en teoría. Era de noche ya, la oscuridad se abalanzaba sobre mi. Y me paré en un centro comercial. Necesitaba comprar al abono transporte. No supe encontrar el estanco pese a haber crecido allí. Andaba perdido. Salí a la calle y pregunté. Mi mente no estaba donde debía estar. Con los ojos llorosos seguía las indicaciones de la gente.
Y al llegar a la casa donde pasé mi infancia no la reconocí. Me dio un agobio tremendo. Yo veía todo eso ahora, desde la perspectiva de la altura y del tiempo. Miré mi rostro descompuesto. Escuché mi voz diciendo que no tenía ganas de cenar. Me observé poniéndome el pijama y metiéndome en la cama en la que no había estado en 10 años.
No resistí esa presión y al día siguiente me fui a Pamplona a ver a mi hermano.
De pronto volvía a estar en mi cama, la visión ya no estaba pero escuchaba de fondo en un susurro unas palabras.....piensa en ello Rubén, piensa en ello.....
Conseguí dormirme pese a que todo aquello me asustó muchísimo.
En un momento indeterminado de la noche tuve sed. Estaba sediento y fui al servicio a beber un poco de agua. Con los ojos cerrados tanteé el grifo. Bebí. Y antes de volver a la habitación escuché una voz femenina.
- Hola Rubén, vengo a enseñarte algo.
Di un respingo, quizá incluso solté un pequeño grito. No recuerdo bien.
- ¿Quien cojones eres?
- Soy el fantasma del presente. Ven conmigo, deja que te muestre algo.
Conseguí enfocar la vista en ese espectro. No parecía un fantasma al uso. De hecho ojalá todos fueran como ella. Era una mujer de unos 30. Era la rubia que iba por mi trabajo, esa que llevo tanto tiempo viendo y que jamás me atreví a decir nada.
Con un chasquido de sus dedos me llevó hasta un lugar. No lo reconocí. Allí había alguien, una mujer intuí pero no la veía bien la cara, la visión estaba borrosa. Leía algo en voz alta. Y eso si que me sonaba. Era un fragmento de una entrada de mi blog. Su voz sonaba triste, quizá melancólica. Puede que soñadora.
Con otro chasquido de dedos, el espectro y yo dejamos a aquella voz y me trasladó a un lugar en el que he pasado muchas horas. Estaba tumbado, en el suelo. Intentando hacer abdominales sin conseguir levantarme. Una lágrima corría por mi mejilla. Uno de tantos de esos bajones que me han dado en los últimos meses. Este que observaba ahora ocurrió este mismo viernes.
Miré al fantasma, y su mirada, cálida y tierna, no se apartó de la imagen mía en el suelo secándome las lágrimas con la mano. Y solamente dijo, Rubén tu momento no ha llegado aún, no te desanimes.
Esas palabras se repetían una y otra vez al darme cuenta que ya estaba en la cama de nuevo. ¿Qué estaba pasando?¿Era todo un sueño?
Con estas preguntas me quedé traspuesto. En una especie de vigilia extraña, donde no sabia si aún seguía despierto o si estaba dormido.
Y alguien tocó mi hombro. Rubén, Rubén, Rubén. ¡Despierta! Con un zarpazo al aire que traspasó a esa nueva visión le di la bienvenida al nuevo fantasma. Esta vez un niño. Irreconocible para mi.
- Hola Rubén, soy el que te va a enseñar el futuro.
- ¿Por qué a ti no te reconozco?
- Porque aún no he entrado en tu vida.
Me cogió de la mano y me llevó muy alto. Tanto que no veía nada. La Tierra era un punto minúsculo en la oscuridad.
- ¿Que se supone que tengo que ver?
- Tu futuro.
- Pero no veo nada.
- Claro. Tu futuro sólo lo escribes tu, Rubén. Ni siquiera yo puedo enseñártelo. Nada está decidido aún.
El despertador del teléfono sonó a las 8:00 de esta mañana. Y sentado sobre la cama he empezado a recordar este cuento de Navidad tan singular en el que yo era Scrooge y me visitaban los fantasmas del pasado, presente y futuro.
¿Fue real o un simple sueño?