Es una leyenda que los elefantes van a morir a un lugar determinado.
Cuando empiezan a notar cierta debilidad causada por el paso del tiempo o simplemente por una enfermedad, los elefantes recorren cientos de kilómetros para buscar su último refugio. Medio muertos, moribundos en muchos casos, deambulan por las vastas llanuras africanas encontrandose por el camino los esqueletos de aquellos que no pudieron llegar. Y velando por ellos se los puede oir llorar, incluso derraman lágrimas por los caidos.
Esta leyenda que tiene algo de cierto me ha venido esta tarde a mi mente.
Tumbado en el Mar Menor. Viendo como el sol bajaba poco a poco reflejandose en el mar tranquilo, destellos que hacian precioso el bamboleo de las motoras amarradas a las boyas. Se veía algún velero por el horizonte navengando entre los pequeños islotes que salpican este mar interior. E intuía la silueta de las gaviotas alzando el vuelo y planeando entre los palos de algun que otro catamaran. Una estampa sublime que me hizo desviar la mirada de una preciosa chica que tenia a mi lado.
Mientras contemplaba lo que me parece lo mas bello del mundo entero, el mar, me han entrado ganas de navegar. ¿Hacia donde? Escocia. Patria de gaitas y del whisky. Guerreros, campesinos y pastores. Miles de islas en sus costas y por supuesto, los imponentes highlands. Mi mente me ha llevado alli una y otra vez, como a esos elefantes que no saben de que forma, alguna conexión extraña les impulsa a ponerse en camino cuando les llega el momento.
Durante unos instantes he desviado la mirada hacia la morena que estaba cerca de mi intuyendo que seria lo último bello que veria y he deseado navegar en uno de esos veleritos que se balanceaban por la brisa del atardecer. Y en soledad, al igual que los gigantescos paquidermos iniciar mi marcha hacia mi propio atardecer.
Justo en ese momento por los cascos que tenia puestos ha empezado a sonar una canción. Una de la banda sonora de Amelie. Y me he dicho, Rubén, antes de partir ¿no mereces conocer a una mujer como ella? Tan loca y rara que aun crea en el amor. Tan excepcional que aun piense que no todo es racional, que las locuras existen. Tan increíblemente bella que una mirada te deje extasiado. Tan inocente que crea en cuentos. Tan estupida que pueda llegar a amarte.
Entonces me he incorporado y sentado en la toalla me he hecho un pequeño juramento. Mirando al horizonte me he prometido intentarlo. Si en algun recondito lugar se encuentra mi pequeña Amelie la buscaré y la haré ver que soy tan inocente como ella y que creo en cuentos, la diré que soy el que ha soñado con ella desde siempre, y la besaré tantas veces y tan dulcemente que esos besos los recordaremos eternamente. Sólo he pedido una cosa al cielo por el que en ese instante pasaba una gaviota. He suplicado lo siguiente, gaviota que vuelas alto y que desde alli arriba todo lo ves, por favor te pido que si por mi camino pasa esa mujer tan maravillosa me des una pista para que no la deje escapar.
Entonces he cerrado los ojos y una lágrima ha caido por mi mejilla cerrando el pacto entre el pajarito y yo. No me falles, le he pedido, mientras me volvia a tumbar y el sol secaba esa lágrima de mi cara. Y he visto que la gaviota desaparecia a lo lejos, quizá en busca de ella. Quien sabe.