Una vez a la semana, durante un par de horas, a ese grupo nos llevaban a una salita pequeña. Una habitación rodeada de pupitres en tres de sus paredes y en la cuarta una pizarra y una tele. Estar en ese grupo era una cosa tan codiciada porque en vez de estudiar gramática, durante dos horas nos ponían películas y canciones en inglés. Y veíamos en versión original algun éxito cinematográfico o sacábamos la letra de alguna canción del momento.
Fue allí donde vi por primera vez la secuencia que voy a describIr. Una agente del FBI corre por un bosque en las inmediaciones de las instalaciones que tienen en Quantico, Virgina. Un paisaje lleno de tonalidades amarillentas y marrones. La humedad se palpa en el ambiente mientras ella corre rápidamente pisando el follaje caído de los árboles. Esquiva toda clase de obstáculos respirando hondamente y exhalando el aire caliente que sale de sus pulmones convirtiéndose en vaho en las inmediaciones de su boca. El ambiente es misterioso. Tremendamente enigmático. La secuencia esta grabada de tal forma que parece que pudiera salir cualquiera escondido tras un enorme tronco o quizá aparecer de la nada para atacar a la joven agente del FBI. De pronto alguien surge y la llama.
- ¡Starling, el jefe quiere verla!
Ella se detiene y le observa para seguidamente salir corriendo hacia el despacho de su superior. Es la primera secuencia del silencio de los corderos y ella es Jodie Foster en el papel de Clarice Starling.
Desde ese día en el instituto, en ese preciso momento de ver a Jodie corriendo por el bosque, me atrae esa sensación. Esa curiosidad por pasar un día como hoy en un bosque perdido. Tener la inquietud de estar sólo en medio de la nada, rodeado de árboles y en una bruma especial.
Los días lluviosos sacan esa curiosidad que hay en mi. Las ganas de ir a un apartado bosque y perderme entre la naturaleza y el misterio. Ponerme un grueso jersey de lana, calzarme mis botas y coger mi anorak. Meter en una mochila algo de comida, quizá un plano del lugar, algo de agua para el camino y ponerme en marcha a investigar.
Años más tarde, en un día cercano a la fecha de hoy, fui al cine como solía hacer el día de todos los santos a ver una película de terror. Al comprar la entrada para ver "El proyecto de la bruja de Blair" no sabía de que iría. Me gusta ir al cine sin saber mucho del argumento de la película para que me sorprenda al verla. Pues bien, al ver a esos chicos perdidos en los bosques de Maryland sentí una envidia increíble. ¡Yo quería ser uno de ellos! Deseaba vivir esa aventura, aunque fuera de un miedo atroz. Me atraía pasear por ese lugar aún más inescrutable si cabe que cualquier bosque. La historia me envolvió tanto que la hora y media que duró la película me pareció extremadamente corta.
Me hubiera encantado encontrar a alguien en mi vida que quisiera perderse así conmigo e investigar los misterios insondables de la naturaleza.
Los días como los de hoy, brumosos y húmedos, crean el ambiente perfecto para poder hacerlo.
Un bosque en otoño. Un lugar separado del mundo. Inquietante, sin duda. Cierro los ojos ahora mismo y lo imagino. Veo árboles, altos y con hojas de un verde apagado. Observo en el suelo ramas caídas que se quiebran al pisar sobre ellas. El manto de hojas muertas en el suelo suena bajo mis pies. Los sonidos son especiales en un sitio sin la aparente locura de la ciudad. El tiempo incluso va más lento y las manecillas del reloj caminan lentamente siguiendo tu propio ritmo al andar, pausado y con calma. De pronto una bandada de pájaros te hace mirar hacia el cielo gris y un escalofrío recorre tu cuerpo. Esa sensación hace que quieras coger de la mano a tu compañera. Síntoma de protección y calor humano. Deseo compartir esa belleza con alguien y la busco. E imagino que la llevo de la mano, que ella me protege y yo la cuido. El resto del mundo se desvanece y durante horas somos ella y yo nada más. Sin móviles, sin internet, sin tráfico y sin prisas. Su mirada curiosa hace que sienta una pasión inmensa por continuar un paso más allá. Descubrir que hay detrás de ese montículo en el horizonte se convierte en algo divertido. De vez en cuando el espectral sonido de algún animal tan extraviado como nosotros se pierde en el infinito y nuestras manos se aprietan más fuertemente sabiendo que estamos el uno junto al otro y que nada podrá con nosotros si continuamos así.
Con los ojos aún cerrados sigo imaginando.
Una tenebrosa casa se vislumbra a lo lejos. Parece abandonada. Construida con tablones de madera oscura tiene pinta de derrumbarse en cualquier momento pero aún así entramos para curiosear. Por dentro está vacía. Una escalera sube hacia una impenetrable oscuridad. Ella saca la linterna de la mochila que llevo a la espalda y me coge de la mano al tiempo que dice, ¡vamos!. El corazón late rápido, me gusta esa sensación. Desentrañar lo que se encuentra al otro lado, descubrir el misterio siempre me ha llamado la atención. Subimos mientras la lluvia cae sobre la casa. Ha empezado a diluviar y una sonrisa asoma en nuestras caras. ¡Que suerte tenemos de estar a cubierto!
La oscuridad ya no es tal a la luz de la linterna y en una de las habitaciones superiores extendemos una manta y nos sentamos. Saco algo de comer pues la adrenalina nos abre el apetito y en medio de la nada, en un bosque que deseamos que este encantado, nos reímos y charlamos sobre multitud de cosas.
La lluvia no cesa y fuera la noche va cayendo poco a poco. Y en un acto de locura y valentía a partes iguales decidimos dormir allí mismo. Extiendo el saco de dormir en el suelo y nos acurrucamos dentro. Con la manta que nos sirvió de mantel y los abrigos improvisamos unas almohadas y en silencio escuchamos el agua caer. Y ella con su cabeza en mi pecho me dice que me ama y yo con los pies enredados en los suyos le contesto que mi corazón late por ella. Me besa en los labios y se arrima más a mi. Ninguno de los dos teme nada ya que nos sentimos inmunes a todo, protegidos cada uno por el otro ante cualquier eventualidad que pudiera surgir de la misteriosa e insondable oscuridad. Un susurro rompe el monótono sonido de la lluvia. Buenas noches mi amor. Y poco a poco nos vamos quedando dormidos en la inmensidad de ese recóndito bosque, en una lluviosa noche de otoño.
Siempre he soñado con vivir algo así. Un precioso y romántico día de finales de octubre.....algún día quizá.