".....pequeños seres bondadosos, están viviendo con nosotros. ¡Pero seguro que no los veras!...."
Entrañables dibujos animados que veía los sábados por la tarde en la tele cuando era niño. ¡Que curiosa es la memoria! Mientras desayunaba una concha de chocolate me he puesto a pensar que sería bonito que detrás de la pared del salón se escondieran, como en la casa de kike, esos seres minúsculos. Que tras ella se encontraran Lucy, Tito, el abuelo o la mismísima flecha. Sería genial, ¿no creéis?
Acto seguido la mente me ha llevado a otro mundo escondido tras los muros de las casas. "....el centro del universo es, sin duda, un maravilloso lugar excavado en la roca llamado Fraggle Rock....". ¡Que muñequitos más divertidos y musicales! De pequeño de verdad que creía que existían. Pensaba que bajo mi casa vivían Gobo, Musi, el tío Matt, Rosi.... todos cantando y bailando, los curris construyendo, la montaña de basura aconsejando.
Así que he terminado de desayunar y con una sonrisa en mi cara, deseando ver al tío Matt el viajero, he mirado tras la puerta. Nada. ¡Mecachis! Ningún agujero por el que bajar al mundo Fraggel. Me he quedado en silencio para ver si escuchaba a Gobo tocando su guitarra pero debían estar aún durmiendo o quizá tenían miedo de mi y se han callado de pronto.
Quería escribir sobre esto y hace unos minutos me he preguntado que podía contar sobre este tema. No he tenido que pensar mucho, de hecho me ha salido una relación evidente y como si el Espíritu Santo hubiera hecho acto de presencia para iluminarme me he dado cuenta de una cosa increíble. ¡Ya se el motivo de que me gusten tanto los aeropuertos!
Desde siempre me ha encantado ir a un aeropuerto. Hace años incluso me acercaba por las tardes y me sentaba a ver a la gente llevando sus pesadas maletas, llenas de ilusión por ir a lugares lejanos. Observaba el ir y venir de los pasajeros delante de la puerta de seguridad y soñaba con algún día ser yo el que traspasara la barrera hasta el otro lado. Miraba la pantalla con los destinos y aleatoriamente elegía un lugar, dejaba volar mi mente hasta los increíbles sitios que visitaría en esa ciudad.
Soñar. Siempre andaba soñando. Hasta que llegó mi momento, ese en el que ya me tocaba a mi ser el protagonista y ver con mis propios ojos el maravilloso mundo del Duty Free, las puertas de embarque y las salas de espera.
En los aeropuertos me he reído, llorado, enfadado, discutido, dormido, me ha tocado abrir mi maleta tirando todo por el suelo, he pasado controles de todo tipo, me he puesto nervioso, me he sorprendido.....
Quizá pueda contar tres pequeñitas historias.
La primera vez en el aeropuerto JFK de Nueva York. El agente de Aduanas me mira con cara de pocos amigos comprobando mi pasaporte. Miro su chapa y veo que se llama George, un enorme negro de brazos musculosos. Me dice en un inglés que apenas entiendo....ponga ahí el dedo pulgar de la mano derecha. Nervioso, pongo el dedo donde me dice. De pronto me mira y me dice sonriendo, su otra mano derecha por favor. Confundido bajo la mirada y veo que es el pulgar de la izquierda el que esta sobre el escáner. Me rio y pronuncio un tímido sorry. Instantes después George se puso a preguntarme que lugares visitaría de la Gran Manzana, y amablemente me dio algunos consejos. Un par de minutos para teclear los datos y con una sonrisa de blancos dientes en su cara me dijo, welcome Rubén! Next!!!
Aeropuerto Charles De Gaulle, creo. O puede que Orly. Llegaba tarde. Miraba el reloj una y otra vez y para mi que a cada instante las manecillas se movían más rápido. Había que coger un shuttle, una lanzadera hasta mi terminal. Una vez en el anden y con los nervios cojo el primer trenecito que se acerca. ¡Bien! ¡Creo que al final llego! Exclamé entre suspiros. Despistado, miro a los pasajeros que junto a mi se acomodan y juego con el billete. Diez minutos después el altavoz anuncia que hemos llegado. Sonriendo salgo y....¡mierda! ¡Estoy en la otra punta! ¡Que cojones....! Había escogido el anden que no era, con las prisas no me había fijado que ese tren llevaba hasta la terminal opuesta a la que debía ir. Bueno, al final para tranquilidad de todos cogí el vuelo de vuelta a Madrid ya que después de tantos nervios el avión salía con retraso.
Aeropuerto de Atlanta. El avión se disponía a tomar tierra. Ese día había sido una locura. Por la mañana había estado en Orlando, montando en mi atracción favorita de DisneyWorld, Pirates of the
Caribbean en Magic Kingdom. Nada hacia presagiar mientras, triste, montaba en ese barquito escuchando la frase "dead man tell no tales" que horas después todo se precipitaría de una forma irreal hacia la locura. Hacia las doce y media o la una nos fuimos al aeropuerto de Orlando tras salir de Piratas y hacer que mi acompañante me jurara que volveríamos alguna vez. El autobús de Disney nos recogió en el hotel y directos fuimos al Orlando International AirPort. Un aeropuerto, debo decir, increíble. Teniamos hambre al llegar así que paramos en un restaurante del mismo aeropuerto sin ir siquiera a la puerta de embarque. Comimos tranquilamente y un rato antes de salir el avión nos acercamos. ¡Coño, retraso! Primero media hora, luego una, para más tarde cancelarse. ¡Joder, la conexión en Atlanta! Nervios, impaciencia, caos. Un lio tremendo que afortunadamente pasó tras un par de horas de angustia. Nos recolocaron en otro vuelo pero la cosa andaba muy justa, en Atlanta tendríamos que correr y mucho si deseabamos coger nuestra conexión a Madrid. Asi que, al aterrizar es lógico que mirando al reloj dijera a mi acompañante, ¡ahora a muerte!. Dándola un beso y cogiendo cada uno una bolsa del maletero que pesaba como un muerto, malditas compras, salimos escopetados hacia la nueva puerta de embarque. El dramatismo en estado puro llegó cuando en un momento en el que por un pasillo interminable miré hacia atras viendo que ella, unas decenas de metros retrasada, se paraba y me gritó....¡Ru coge tu el avión, yo me quedo aqui! Me paré y me dieron ganas de reir. Me descojoné. ¡Pero que chorradas dices! Cogí su bolsa y le solté, ¡anda tira para delante! Eramos los primeros en llegar a la puerta. Mala suerte, el embarque se habia cerrado y el avión salia ya. Empezaron a llegar pasajeros al mostrador que como nosotros iban en el vuelo de Orlando a Atlanta y al final logramos hacer que el avion diera marcha atras. Nos dejarían subir al ver que seria muy dificil ubicar a unas 30 personas en otros vuelos a Madrid. Media hora después, suspirando en el asiento para alejar los nervios, ella me besó y me dio las gracias por no dejarla atrás. ¡Estas boba! Dije mirando por la ventanilla como los edificios se alejaban del suelo. Los nervios dejaron paso a la tristeza infinita. Volvia a Madrid, ¡que coñazo!
¿¡Y que diantres tienen que ver los aeropuertos, los diminutos y los Fraggle!? Pues muy sencillo.
Un cúmulo de sensaciones se debate en mi interior. Primero inquietud, ¿será aquí?. Luego nerviosismo, ¿las ves?. Más tarde inseguridad, ¿habrán llegado?. Pasando por una alegría tremenda, ¡ahí están!. Si, las cintas transportadoras de las maletas y esos agujeros misteriosos de las que salen, escupidas, del mismísimo centro de la tierra.
Quizá me gusten los aeropuertos porque me traen recuerdos de cuando veía a las marionetas de
Henson, o cuando cantaba la canción de los diminutos con mis hermanos. Quizá me guste soñar que la magia existe y esos seres fascinantes viven tras los misteriosos agujeros, ya sean en casas o aeropuertos. ¿Quien me dice que no sea posible que sean los curris quienes están detrás del manejo de esas miles de cintas transportadoras en las entrañas de los aeropuertos?
¡Esperad! Escucho un murmullo. ¡Silencio!
".....¿cantaréis y construiréis con nuestra canción? Sí señor, si señor, si si si señor. Si señor, sí señor, sí sí sí señor. ¿Sabes que es un balancín? Sí sí señor. ¿Y un cimiento de musgón? Sí señor, lo se. ¿Y una sierra y un cincel? Si señor, lo se. ¿Y una curri-excavadora? Sí sí señor....."
¡El juramento de los curris! ¡Existen!