A pesar de que en unos quince días me mudaría de casa, me desperté sin prisa alguna. No había muchas ganas de empaquetar cosas, mi casa era un batiburrillo de cachivaches y papeles inservibles. Cosas que guardé quien sabe por qué extraño motivo, bueno, en realidad si lo sé. Me da pena tirar cualquier cosa que emocionalmente signifique algo para mi, desde un resguardo de un ticket de parking de aquel día que fuimos al teatro a ver ese musical que tanto me gustó hasta una factura del restaurante en el que me tomé ese solomillo tan jugoso contemplando una bonita sonrisa frente a mi, pasando por una simple nota de tiende la lavadora cuando te levantes, porfa. En fin, que serían las diez o las once de la mañana cuando abrí los ojos despertado por alguna sirena de ambulancia o quizá por algún bocinazo de un nervioso conductor. Cosas de vivir en el Paseo de la Habana, en un tercero cuyas ventanas apenas cerraban. El caso es que, como hacia cada mañana al despertar si ella ya no estaba en casa, cogí el móvil para mandar un mensaje de buenos dias. Pero algo evitó que lo hiciera en esos instantes, tenía un par de mensajes sin leer. Así que con la mirada aún borrosa y los ojos medio entornados intenté descifrar lo que decían. "Buenos días cariño, me acabo de enterar de que Michael Jackson ha muerto. ¡Qué fuerte!". "He hablado con Tony y Laura, dicen que todo parece indicar que ha sido un suicidio." La verdad es que la noticia me dejó algo perplejo. No soy el fan número uno de Michael, ni tan siquiera el un millón pero sin ninguna duda fue alguien que marcó tendencias en el mundo musical y visual. Una persona a la que admirar por su talento creativo.
Sin contestar a esos mensajes fui al salón y puse la tele en busca de alguna noticia más detallada de lo que había sucedido. Cambié de canal un par de veces hasta que vi que en Antena 3 estaba Susana Griso entrevistando a Tony, creo que por aquel entonces era el presidente del club de fans de Jackson en España a parte de un buen amigo de mi ex. Encendí el DVD y pulsé el botón de rec. Entonces fui al armario que hacía de despensa, me agencié un bollito (seguramente de chocolate) y me senté en el sofá a escuchar que diablos había pasado para que el mayor talento musical desde Elvis Presley se quitara de en medio de esa forma tan dramática. Al rato contesté a esos mensajes que tenía pendientes al despertar.
Un par de meses después estaba delante de la estrella de Michael Jackson en el paseo de la fama en Hollywood Boulevard. Era un viaje planeado con antelación a su muerte, pero no quise pasar la oportunidad de visitar ese lugar. Alrededor de su nombre había flores y velas que la gente aún seguía llevando pese a los casi dos meses que habían pasado desde ese día de finales de Junio. Y allí, en ese mismo instante en mitad de Hollywood levanté la mirada hacia el cielo azul y sin nubes de Los Angeles y dije... Siempre escucharé tus canciones. Después saqué la cámara de fotos y como cualquier turista, de los muchos que había esa mañana en el centro de la ciudad californiana, continué sacando fotos de las estrellas dibujadas en el suelo.
¿Por qué hablo hoy de Michael Jackson? Simplemente porque siempre me fascinó el personaje. No me refiero a su vida llena de supuestos escándalos de abusos a menores, o su extraña unión con la hija de Elvis, ni hablo de su inquietante adolescencia o niñez. Lo que de verdad me atraía de él era su modo de bailar y moverse, su forma de cantar, su increíble visión para el espectáculo.
Permitidme que cuente otro recuerdo al hilo de todo esto.
Llegué rendido al hotel, había pasado horas y horas recorriendo las calles y avenidas inmensas de esa preciosa ciudad. Probablemente habría estado paseando por Central Park, o quizá me había dejado caer por Chinatown para regatear por algún reloj de imitación, incluso puede que me pasara la tarde por la quinta avenida mirando escaparates para finalmente caer en la tentación de entrar en alguna de esas elitistas tiendas y comprar algún detallito, un pañuelo o cinturón que llevara la marca impresa. Esto último quizá no fuera idea mía pero en pequeñas dosis también me parecía divertido. En fin, que me diluyo....pues eso, que estaba muerto al subir a la habitación y me derrumbé en la cama. Puse la tele mientras me quitaba la ropa y cambié canales. CNN, Fox, ESPN, The Weather Channel, TNT, ABC, CBS....De pronto me detuve en uno. Un jovencísimo Travolta, con camisa roja ajustada y chaqueta de cuero negro, caminaba con paso seguro por las calles de Brooklyn al tiempo que sonaba Stayin' Alive de los Bee Gees. ¡Si! Estaba empezando Fiebre del Sábado noche. Desde ese instante no pude dejar de mirar la pantalla. Intuí que alguien me dió un beso y me dijo algo así como buenas noches junto a un te quiero que me pareció muy lejano. Pese a haber visto esa película bastantes veces el magnetismo de Tony Manero me atrapó como nunca. ¡Quiero ser como él! Me decia una y otra vez. ¡Quiero bailar como Tony!
El prototipo de hombre que me gustaría ser, y al que en nada me parezco. Quizá sólo en un pequeño detalle, yo también me cepillo el pelo delante del espejo.
Seguro de si mismo, prepotente, vacilón, sabiendose el mejor dentro de la pista de baile. Como algunos dirían ahora, Manero es el puto amo. Y una escena habla por sí misma....Llega a la disco justo instantes después de verle en su 'beauty moment' delante del espejo, amén de su sesión de posturitas al estilo de que bueno estoy y que culito tengo. Bien, pues nada más entrar en la zona de baile una chica le ordena...¡kiss me! A lo que Travolta no hace mucho caso pero ella una vez más grita ¡¡kiss me!! Que diablos, soy Tony Manero, ¿qué otra cosa puedo hacer? Sin pensarlo más la besa, por supuesto. Y como no podía ser de otra manera ella queda tan satisfecha que lo compara con un beso de Pacino, el Brad Pitt de aquellos años, o quizá el Clooney. Para gustos, los colores. Manero tan acostumbrado a tanto piropo sigue moviéndose como si tal cosa, deleitando a hombres y mujeres por igual.
Desearia ser asi, salir a la pista y sonreír a la rubia de turno que observa con ganas de conocerme o a la morena de cuerpo increíble que intenta cautivarme con su mirada. Deslizarme bajo la bola de brillantes luces y conquistar a golpe de cadera. Pero no soy ese, desgraciadamente mis movimientos no son ni la milésima parte de los de Manero o Michael Jackson. Y mira que lo intento, en la intimidad claro esta (aunque se han podido ver un par de vídeos por mi perfil de Facebook haciendo de las mías, es decir, el tonto). Pero no no hay manera, no consigo movimientos fluidos.....será que tengo que practicar más. O puede que necesite primero algo de beber antes de salir a comerme el mundo. Así que, como diría Tony, ¡Ponme un 7/7 nena!