Parece que fuera ayer, sin embargo ya han pasado más de diez años. El tiempo camina rápido, sin duda. Hace algo más de una década estaba sentado en el salón de mi casa, intentaba descargarme un libro antiguo a través de una señal pirata de internet que cogia de vete tú a saber qué forma. Cuando abrí las primeras páginas de la "Hypnerotomachia" me quedé atónito ante los grabados. Formas, personajes y edificios mantuvieron mi interés durante tardes enteras intentando descifrar su misterioso significado. El sueño de Polifilo, como se conoce el libro en castellano, se convirtió en el mío propio.
Anoche tecleé un nombre en YouTube. Estaba en la cama, intentaba coger el sueño y por alguna extraña conexión sináptica de mi mente, surgió de pronto y sin previo aviso. Hombre lobo.
El primer canal, la primera persona o los primeros vídeos que tengo el conocimiento de haber seguido de una manera más o menos continúa en el tiempo son los de él. Un tipo que, por motivos de trabajo, viajaba mucho y por infinidad de lugares. Se dedicaba a hacer vídeos cortos, cámara en mano, de todo cuanto veía.
Lo descubrí en mi etapa de búsqueda de información sobre ese viaje que nunca llegó, mi deseo de ir a Japón y más concretamente a Tokio. (Si me tiraseis de la lengua y tuviera que precisar más aún, lo que quería era visitar el parque de Disney de aquella ciudad)
Pues como digo, anoche me acerqué de nuevo a su canal después de varios años sin atreverme a ver vídeo alguno suyo. Me alegré al comprobar que aún seguía subiendo material y durante una hora pinché, uno tras otro, alguno de sus últimos vídeos. Un viaje a Singapur.
Polifilo sueña al quedar dormido. Dentro de esa ensoñación va en busca de su amor, Polia. En cierto momento de ese primer sueño se queda a su vez dormido. Y es así como, rizando el rizo de lo onírico, sueña que está soñando.
Durante las decenas de páginas que dura su historia, se narran las aventuras que le suceden al perseguir su anhelo. Su aspiración, lo único que le importa, es conseguir que ella le ame como él siempre lo ha hecho.
Y como sueño que es, ella al final cede al amor cortés. Polia le ama, o más bien tiene ilusiones eróticas con el bueno de Polifilo. A lo largo de este tramo de la historia surge lo que los psiquiatras llaman el síndrome de Clerambault, más comúnmente llamado erotomania.
Ella desea que él la ame y esa creencia hace que ella le quiera a su vez, un maldito trabalenguas del amor.
Al despertar esta mañana, mientras el agua caliente de la ducha despejaba mi mente, me he hecho una pregunta. ¿Cuánto costará ir a Singapur? Media hora después, entre estación y estación de un metro lleno de gente he dado con la respuesta. Pero algo me ha inquietado de la misma forma en la que la mente de Polifilo se sentía atormentada al principio de la historia. ¿Número de pasajeros?
Tras una serie de vicisitudes Polifilo y Polia están en el altar. Cupido y Venus han movido sus hilos y el culebrón parece que llega a buen término. Finalmente, ambos tortolitos se casarán. Es probable que si fuera un peli de Disney y las notas de Alan Menken amenizaran los títulos de crédito finales, la historia se quedase aquí con el mítico y sorprendente ...and they lived happily ever after. No obstante, estamos en la Edad Media y no hay rastro del susodicho romanticismo "made in Disney" por ningún lado.
En el altar, cuando él va a abrazar por fin a su amada, ella desaparece como azucarillo en el café y Polifilo despierta de su sueño.
Hace más de una década, cuando me topé con esta historia, no le di importancia. El argumento pasó a un segundo plano ante los preciosos grabados. Años después, esta mañana, Polifilo ha venido extrañamente a mi al intentar responder eso que la web de Airfrance me preguntaba. ¿Número de pasajeros?
Ya sabéis cómo soy yo, jamás pondría un uno en esa casilla. Pero, ¿qué conlleva ese dos? ¿Soñar eternamente? ¿Despertar abrazando humo?
Afortunadamente, escribo estas líneas cuando le Edad Media dejó paso a varias otras edades más, etapas de diferente calado romántico en su seno. Y aunque, hoy en día el romanticismo está en claro retroceso ante el pragmatismo prefiero ser de aquellos que dicen que, si crees en los sueños estos acaban por cumplirse.
De todas formas, no podría subir a un avión solo...¿a quién daría el coñazo durante el vuelo?
Así que, muy probablemente, esta noche me meta en la cama y piense en esa frase que he leído alguna que otra vez. No duermas para descansar, duerme para soñar.
Puede que, como Polifilo, en ese momento de caer rendido sobre la mullida almohada, ya esté soñando que sueño.