La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Ángeles

La vida esta llena de esas personas que por un motivo u otro se cruzan en tu camino. Algunas de ellas te dejan una huella imborrable, algunas te marcan el alma, a estas las suelo denominar ángeles, seres llegados de la nada, como caídos del cielo. Me ha ocurrido un cierto número de veces y siempre me ha parecido de lo más extraño. Pero sin duda digno de mencionar y de estar entre los momentos más especiales de mi vida. Especiales por el hecho de ser insólitos en sí mismos.
Hace unos años tuve un encuentro muy fugaz con una chica. Me causó tanto impacto que tuve que plasmarlo en una hoja y releyendo papeles míos me lo he encontrado y me ha hecho reflexionar.
Lo que escribí entonces era algo así. "Ella era preciosa, me preguntó por una clase. Era rubia, con el pelo cortado a la altura de los hombros, lo tenía liso. Sus ojos eran claros. Verdes, quizá azules. Eran tan claros que no pude distinguir bien el color. Llevaba los labios pintados de un rosa muy pálido o eso me pareció. Su voz era bonita, muy dulce. Llevaba unos vaqueros de color verde aunque para ser sincero no me fijé demasiado en su ropa porque su cara me pareció impresionante. Parecía un sueño, creía estar durmiendo aún. No podía creer que esa chica se hubiera acercado a mi y se pusiera a hablar conmigo. Me pregunto si sería un ángel." Estuvimos hablando cerca de 10 minutos, pero no fue la conversación en sí, sino el hecho de que apareciera de pronto y me causará una impresión tan grande como para escribir un folio por ambas caras sobre este acontecimiento.
Lo destacable de estos encuentros con ángeles es que son inesperados. Casuales. Pueden ocurrir tanto en un ascensor al decir a una chica un hola inocente como en el vagón de un metro abarrotado de gente.
En cierta ocasión iba yo en el metro distraído leyendo un libro, iba de pie apoyado en la puerta. En un momento dado levanté la mirada del libro cavilando sobre lo que acababa de leer. Y me encontré con la mirada de una chica. Pelirroja, con pequitas por la cara y el pelo rizadísimo y largo. Una melena en  condiciones. No se quien de los dos miró primero al otro, el caso es que no paramos de mirarnos durante todo el trayecto. Desvié la mirada un par de veces por timidez, o por miedo a que ella no me la aguantara. Pero cada vez que mis ojos volvían a ella, su mirada y la mía se cruzaban. Intenté, sin conseguirlo, concentrarme en la lectura pero fue tarea imposible. Ella me tenía hipnotizado. En algún momento tenía que ocurrir, que uno de los dos se bajara del vagón. Ella fue la primera, y al salir por la puerta me dedicó una sonrisa y me saludó con la mano. Un adiós eterno ya que no la volvería a ver jamás. Y yo me quedé con la sensación de haber contemplado otro de esos ángeles tan reales como irreales al mismo tiempo. Inalcanzables para un simple mortal.
Alguna que otra vez, la visita de estos ángeles se dilata en el tiempo. No obstante, no es muy comun y tienden a desaparecer ya que su morada son los cielos.
Un verano, en la playa, conocí a otro de estos seres. Era una mujer increíblemente bella. Rozando la perfección. Rubia, muy rubia. Ojos de mirada inquieta. Sonrisa amplia y jovial. Ambos tumbados al sol uno al lado del otro, solo nos separaban unos centímetros. Le pregunté algo tan tonto como la hora y empezamos a hablar. Este ángel me llevó a la locura, ya que cuanto más tiempo pasas con ellos más quieres estar a su lado. Sin embargo, sólo estuvo durante una semana. Tiempo suficiente para darme cuenta de que la vida puede ser muy cruel al mostrarte algo tan fascinante, tan celestial incluso y luego quitártelo de súbito y desvanecerse como un sueño al despertar.
Hay un par de ángeles más en mi vida, pero me reservo el derecho a la intimidad. Porque estos ángeles han tomado en cierto momento carácter de ángel caído, se rebelaron de su naturaleza divina, y por un instante fueron seres terrenales, con sus defectos.
¿Cuantos ángeles más vendrán a visitarme? Nadie lo sabe, lo que si es cierto es que las cosas buenas, las excepcionales, no se suelen repetir demasiadas veces.
Y me viene a la mente esto que escuche en cierta ocasión. "Como no sabemos cuando vamos a morir creemos que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo todo sucede solo un cierto número de veces, y no demasiadas. ¿En cuantas ocasiones te vendrá a la memoria aquella tarde de tu infancia, una tarde que ha marcado el resto de tu existencia. Una tarde tan importante que ni siquiera puedes concebir tu vida sin ella? Quizá cuatro o cinco veces, quizá ni siquiera eso. ¿Y cuantas veces más contemplarás la luna llena? Quizás veinte.  Sin embargo todo parece ilimitado."

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