Siempre he creído que la vida no se acaba con la muerte, debe haber algo más.
No quiero entrar en creencias religiosas. Simplemente pienso que la vida no es como un libro cuando se acaba, que se cierra y punto. Se acabó. Creo más bien que nos vamos a otra dimensión como si dijéramos, a otro plano existencial.
Hace poco mi vida cambió radicalmente. De la noche a la mañana. Un cambio drástico y duro, un cambio que aún me cuesta aceptar. Sin embargo alguien vino para avisarme y no me percaté del asunto hasta que ya se hubo desencadenado todo.
Cierta mañana yo dormía aún. En ese momento estaba solo en la cama, sólo en la habitación. De pronto noté que por la espalda alguien me tocaba, me pellizcaba. Y desperté. Al girarme vi que una niña estaba a mi lado. Era una niña totalmente desconocida para mi, incluso su vestido me hacia pensar que era alguien de otra época. Me incorporé e intenté cogerla. Di un zarpazo propio de un oso, para ahuyentarla más que nada porque tenía un miedo atroz. No por nada que demostrara ella, ya que no me pareció alguien que fuera a hacerme daño, ni que fuera ninguna amenaza para mi integridad física, simplemente me asusté por verla a mi lado.
Al intentar asustarla con mi golpe al aire ella se movió hacia atrás, no noté que moviera las piernas más bien se deslizó un poco hacia atrás lo suficiente para que no llegara a tocarla. Y entonces grité, recuerdo que el grito salió de mi alma, no pude reprimirlo. Estaba muy asustado. Y de pronto ella se desvaneció. La niña que un momento antes me miraba a la cara ya no estaba.
Por cierto, de la niña solo recuerdo su peinado, un pelo negro, oscuro y brillante. Liso. Y le llegaba hasta los hombros. No puedo recordar si su mirada era de tristeza o de alegría, no puedo recordar sus ojos. Pero lo que si recuerdo es que me miraba, atenta y fijamente. Recuerdo su vestido y me pareció uno que llevaría una chiquilla de hace unos 40 o 50 años.
Ese día mi vida cambió, ese día creo que es el punto de inflexión de mi vida tal y como la conocía, tal y como la vivía. No fue por la niña, fueron otros acontecimientos. Pero la niña fue a avisarme, eso es lo que creo. La niña era mi ángel de la guarda, y yo no me di cuenta de que vino a advertirme.
No creo en las casualidades, como diría Einstein Dios no juega a los dados. Todo sucede por algo y estoy completamente seguro que el fantasma de la niña vino para velar por mi, pero no tuve el aplomo suficiente para escucharla. Para mirarla a los ojos y ver que era lo que quería decirme. El miedo pudo conmigo.
Una pregunta se asoma a mi mente, ¿quien era? Creo que no lo sabré hasta el día en el que me llegue la hora.
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