No me resisto a contar esto.
Hace poco me topé con este término, bon vivant. Son dos palabras francesas que vienen a definir un tipo de filosofía de vida.
El vividor.
No como lo entendemos de forma despectiva sino como una persona con clase, elegante, culta, que le gustan los placeres de la vida.
Disfruta igual un restaurante, con tres estrellas Michelin, degustando un buen solomillo de carne de Kobe, acompañado por un buen vino, a poder ser uno con denominación de origen, quizá de una bodega pequeña y con calidad. Como ir a un restaurante italiano de barrio, y tomar una pizza hecha al horno de leña junto a una refrescante coca cola. Se deleita conduciendo un buen coche con varios cientos de caballos bajo el capó. Uno de esos que se encienden con apretar un botón y el motor ruge como una manada de leones en celo. Un Aston Martín por ejemplo. Elegancia es su eslogan. Su marca. Líneas bellas, potencia, velocidad, y encima su logo son unas alas. A mi medida. Vivir en una casa confortable, con todo lujo de detalles. Cocina amplia, con electrodomésticos para todo. Un salón con una pantalla enorme en la que poner tus películas en bluray y disfrutarlas en tu excelente sofá de piel mientras el home cinema hace que el sonido te envuelva completamente. Un equipo de música Bang & Olufsen en el que disfrutar, los domingos por la mañana, de las canciones de Springsteen. Un dormitorio cuya cama esté cubierta con sábanas de seda y varias almohadas tan mullidas que desees no levantarte un sábado y aprovechar para soñar o pecar.
Al bon vivant le gusta viajar. Le encantan las ciudades, alojarse en hoteles donde la botella de agua te cuesta más que tomarte un copa del minibar. Pero también le gustan los sitios minimalistas. Lugares en los que la belleza del entorno te descubre que tienes un alma de poeta y piensas en verso.
Conoce el arte de vivir, y como experto disfruta de cada momento. Al observar una escultura, por ejemplo, se pregunta sobre los sentimientos del autor. ¿Qué sentía en el momento de cincelar ese pequeño detalle? Al leer un libro se empapa de la historia, investiga a los personajes, intenta descubrir las motivaciones que llevan al desenlace. Cuando escucha una canción cierra los ojos y abre el corazón, deja que el compositor le llegue bien adentro. Se deja llevar por el ritmo.
Es un apasionado del deporte. Lo ve y lo practica. Sentirse bien. Se cuida, se mima.
A esta persona le gustan las pequeñas cosas de la vida. Prueba todo. Es un creyente acérrimo de la frase, si no lo conozco no puedo opinar. Y por ello, su mayor deseo es poseer el conocimiento. La experiencia.
Viste bien. Con un especial don para ponerse lo correcto en el momento oportuno.
Siempre he tenido el sueño de ser así. Un bon vivant. Y a mi manera lo he conseguido. Desde luego no con los lujos que he descrito pero he vivido instantes preciosos, únicos. Y he procurado disfrutar de cada cosa. Quien haya leído algo de todo esto que cada día escribo se habrá dado cuenta de mi pasión por todo. Amo todas y cada una de las cosas que la vida me ofrece. Nunca me he preocupado del mañana, quizá eso me ha llevado a una situación limite. No obstante no me arrepiento. Para nada. Y sin ninguna duda, por encima de todas las cosas, amo viajar. Cada céntimo que he tenido lo he invertido en eso, en ver lugares que me fascinan. (Utilizo bastante esta palabra, la verdad es que soy fácilmente impresionable)
Hace tiempo vi una película protagonizada por David Dochovny. Un tipo que me encanta, por cierto. Fan incondicional de él desde la intrigante y, en mi modesta opinión, serie de culto X-files. Y con Californication he acabado por querer parecerme a su personaje, Hank Moody, al menos en el descaro, la irreverencia y la sinceridad que rezuma por los cuatro costados. Basado sin duda en su propia vida personal. Bueno pues en esa película, Kalifornia, David pone un anuncio en un tablón para realizar un viaje, compartir gastos y aventuras con un desconocido. A él no le sale demasiado bien el tinglado pero me da pie a lanzar un órdago. Una propuesta loca, incluso podríamos decir que extravagante. Quizá caiga en saco roto pero ahí la dejo. Quiero hacer un viaje en Agosto. Lejano, es decir, no a la vuelta de la esquina. ¿Destino? Japón, Tailandia, Singapur, Usa, China. Cualquier lugar al que haya que coger un avión y pasar un mar, un océano o una charca más o menos grande. Y este es mi tablón de anuncios.
El vividor no deja de serlo por las circunstancias excepcionales de un revés. Un tipo con clase encajaría el golpe, pasaría una etapa de añoranza y se sobrepondría de una forma elegante, aventurera, original.
Julio César dijo, "por lo general, los hombres creen fácilmente en lo que desean". Yo creo en la filosofia del bon vivant.
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