Hace ya algunos años alguien me hizo una pregunta que seguramente a todos os han hecho alguna vez en la vida.
Oye ru, ¿qué quieres por reyes? Yo, mirando a la chica durante un momento y sonriendo contesté, pues me encantaría tener un Porsche negro, un caballo y una cita con Vanesa Romero. Curiosamente, pese a mis altas expectativas, el día 6 de Enero junto al árbol navideño tenía mis tres deseos. ¿Increíble? Bueno había un pequeño truco. El Porsche estaba en una cajita y lo había hecho con plastilina negra, el caballo era una foto pegada en una cartulina y Vanesa estaba junto al caballo cual amazona a punto de subir a sus lomos. Me reí. Fue una sorpresa. Incluso ahora escribiendo sobre ello no puedo evitar dejar asomar una sonrisa recordando aquel momento.
Esta pequeña anécdota me sirve para adentrarme en algo que me he estado preguntando estos meses. ¿Soy demasiado exigente?
Mi respuesta, en principio, sería que no. Me divierto con cualquier cosa, me conformo con cualquier detalle y no busco grandes lujos. Pero profundizando más en el tema, primero habría de preguntarme, ¿qué es lo que quiero?
En mi adolescencia quería ser Indiana Jones. Deseaba vivir una aventura del estilo de encontrar un tesoro, encandilar a una rubia despampanante y salvar al mundo de una catástrofe o del malvado de turno que se interpusiera en mi camino.
Por otro lado estaba McGiver. Otro tipo parecido a Indy pero cuyas destrezas eran distintas. Uno arqueólogo el otro medio físico medio ingeniero.
¿Letras o ciencias?¿qué es lo que quiero?
Ya unos años más adelante, pongamos que con 22 o 23, mi deseo era encontrar a una mujer especial. Cada día, por la noche, rezaba. No soy religioso. Para nada diría yo. Pero en esa época, más o menos, murió mi abuelo materno y eso me impactó. La primera persona a la que vi morir me llenó la mente de miedos y cada noche rezaba por el bienestar de mi familia. Al principio surgió por temor a algo que pudiera pasarnos pero luego siguió como algo más que nada supersticioso. Se volvió mecánico. Y decía algo así, "señor, seas quien seas, vela por toda mi familia y no dejes que nos pase nada. Y por favor haz que encuentre a una mujer que me quiera y ame para el resto de mi vida".
Y por esa misma época me gustaba una chica morena. Ojos oscuros, pelo negro, brillante y largo, piel muy blanquita, lechosa. Una mujer de una belleza increíble. Pero al año siguiente me encapriché de otra mujer. Rubia, pelo dorado que el sol hacia resplandecer de una forma espectacular. Cuerpo pensado para el pecado y una simpatía que hacia imposible no enamorarse perdidamente de ella.
¿Rubia o morena?¿qué es lo que quiero?
Pasados unos años mis súplicas nocturnas se vieron recompensadas. Sin embargo ocurrió algo.
Esa persona que el destino puso en mi camino me planteó una pregunta. Y no una cuestión tan banal como la de la anécdota del principio. Fue algo que había que masticar y darle vueltas. Pero, ¿por qué?
Es como si alguien pide que le toque la lotería y cuando tiene los millones en el banco duda si dejar ese dinero en la entidad bancaria dandole unos intereses y gastar poco a poco o simplemente derrochar y vivir dándose capricho tras capricho. Rubén, ¿nos casamos? Fue la pregunta.
¿Boda o no boda?¿qué es lo que quiero?
Siempre me ha gustado viajar. Ya lo he dicho en el blog en más de una ocasión. Subir a un avión lo adoro, pero también conducir o montar en tren. Moverme a cualquier lugar. Incluso en la misma ciudad en la que vivo. Pasear, observar, descubrir.
Invariablemente he aprovechado el mes de agosto para poder ir a cualquier sitio. Por lo tanto unos meses antes surgía el tema, ¿dónde ir esta vez?
Estados Unidos en los últimos años fue mi primera opción. La cultura americana, su forma de vivir y sus parques de atracciones me llamaban poderosamente pero hace un par de años me interesó Asia. China, Japón, Tailandia. Unos lugares exóticos, distintos a todo lo que hay en Occidente.
¿Big Mac o rollitos de primavera?¿qué es lo que quiero?
Ayer, paseando por la pradera en las fiestas de San Isidro. Viendo tenderetes de rosquillas, escuchando los comentarios de la gente sobre cuales son mejor si las listas o las tontas, oliendo el choricito y la panceta en las brasas de los distintos puestos de comida, mirando como un engendro mecánico daba vueltas sin parar haciendo que los ocupantes parecieran simples muñecos de trapo, oyendo al de la tómbola como decía "siempre toca, una tableta o una tele, una muñeca o un ordenador, una consola o un piano de cola, siempre toca. Un cartón 3 euros, 5 cartones 5 euros...A ver, secretario, secretario por favor, ¡por aquí quieren 5!". En fin, viendo todas estas cosas me surgió una duda.
¿Me apetece algo dulce o algo salado?¿qué es lo que quiero?
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