La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

viernes, 19 de diciembre de 2014

Día 12: ¿Las chicas malas nos parecen más monas?

Hace muchas lunas hubo una gran batalla. Una dura y cruenta lucha entre dos bandos enfrentados. 
Por un lado estaban los ángeles, en el otro los demonios. Querían delimitar de una vez por todas la zona entre el bien y el mal. Esa fina línea quedaría definida al terminar la contienda entre unos y otros. 
En las hordas de combatientes de una de las facciones se encontraba Lilith. Se dice que fue la primera mujer de Adán, del cual se separó para abandonar el Paraíso. El primer divorcio de la humanidad, se podría decir. ¿Qué coño haría el bribonzuelo de Adán? Algunas leyendas hablan de incompatibilidad de caracteres, otras cuentan que la chica se cansó de la prepotencia de Adán al saberse el ojito derecho de Dios. Sea como fuere, un problema de cuernos no creo que encendiera la mecha y causara la ruptura, ya que por aquella época pocas féminas había danzando por el Paraíso. En fin, Lilith se marchó del Edén y se unió a un grupo de demonios, cuyo jefe llegó a ser su amante. Con el tiempo se convirtió en una diablesa que se abandonó a la lujuria y el desenfreno. Dios la reprendió entonces. "¡Cada día morirán cien hijos tuyos!" Dijo magnánimo. Mucha lujuria me parece a mi para, en un sólo día, parir cien diablitos. La rebelde chica también debió opinar que el castigo era excesivo y como venganza se propuso raptar a los niños de las familias judías que no eran circuncidados al nacer. 
Esto es lo que se sabe de la primera mujer que hubo sobre la tierra. Estaréis conmigo en que era una niña un tanto díscola, con carácter. ¿Podría tildarse de ser una chica mala? Eso depende de lo que cada uno considere que es ser bueno y que es no serlo. Desde luego un buen tema para debatir en alguna aburrida tarde de Diciembre, delante de una taza de chocolate caliente. Sin embargo, en lo que no hay discusión ninguna, en los tratados que hablan sobre ella, es en su aspecto físico. Una mujer tremendamente bella. Una belleza sobrenatural, no en vano fue creada por Dios a su imagen y semejanza al igual que Adán. Melena larga y rizada, pelirroja (aunque algunas descripciones cuentan que su pelo era dorado como los rayos del sol). Cuerpo increíblemente perfecto, culminado por dos grandes alas que se desplegaban poderosas cuando alzaba el vuelo. 

¿Las chicas malas nos parecen más guapas? 
Antes de dar mi opinión creo que debo decir, para ser políticamente correcto, que toda mujer tiene su puntito de belleza. Unas manos que sujetar fuertemente, una mirada en la que perderse, una espalda suave que acariciar, un culo que devorar con los ojos, unos brazos a los que agarrarte cuando necesitas apoyo. Si, todas tienen su aquel que las hace preciosas. Pero...
Todos hemos oído eso de...la pobre no es muy agraciada pero es tan buena. O eso otro de...Le sobran unos kilitos, pero es tan simpática. Y ni que decir de...tiene un buen polvo pero la jodida es un bicho de mucho cuidado. 
Es algo que viene de lejos, tanto como la leyenda de Lilith. Siempre se ha creído que las tías que están buenas son unas capullas y las que no lo están son tan tiernas como las tan denostadas princesitas de Disney. 
Más allá de este cliché hay algo bien cierto, la pillería nos atrae. La maldad, hasta cierto punto, nos llama la atención. Diría incluso que nos excita, al menos ese es mi caso. 
No es que las chicas guapas sean malas, sino que a las chicas con un cierto aura de rebeldes las vemos más bonitas, mucho más atractivas de lo que quizá puedan ser. Eso es un hecho.
El buen comportamiento, seguir las reglas establecidas, es sinónimo de aburrimiento. Una mujer que jamás se salga de la norma podrá ser tu mejor amiga pero nunca la verás de la misma manera como a otra con la que no sabes por donde va a salir, ya sea bueno o malo. El ser humano busca, por su naturaleza intrínseca, aventuras. Somos seres curiosos, queremos saber que se esconde tras lo prohibido. Y para ello hay que ser algo transgresor, y en alguna ocasión traspasar la línea por la que lucharon ángeles y demonios tanto tiempo atrás. 
Para mi, una mujer realmente atractiva es aquella que desea descubrir lo que muchas veces nos está vedado. En mi opinión, la mujer más bonita del mundo es aquella que, sin miedo a lo desconocido, te coje de la mano y te lleva en busca de aventuras. Aunque para ello, alguna que otra vez, te haga exclamar...¡Qué capullita eres!
Yo me hubiera enamorado de Lilith. No tengo ninguna duda, habría sucumbido a sus encantos y me habría convertido en un demonio siguiendo sus pasos. También estoy seguro que muchas más veces de las que me gustaría admitir me habría preguntado, ¿por qué las mujeres guapas son tan malas?
Lo verdaderamente ideal (si se pudiera elegir de quien te enamoras, cosa imposible dicho sea de paso) sería encontrar a una chica traviesa pero con un corazón bien grande. ¿Existirá alguien así en la vida real? Y la pregunta del millón, ¿será realmente guapa o sólo me lo parecerá a mi? 





jueves, 18 de diciembre de 2014

Día 11: El proyecto arcoiris.

Estaba enredando con el ordenador cuando de pronto apareció con la mochila al hombro y el pelo alborotado. Se dejó caer en la silla. 
- ¡Llegas tarde, tío! 
Le comenté mirando el reloj. 
- Ya, estaba devolviendo un libro en la biblioteca. Me han vuelto a multar por retraso.
- ¿Cuanto tiempo ha sido esta vez?
- Un par de meses nada más. Dijo sonriendo. Por cierto, añadió, la próxima vez que tenga que sacar uno me tienes que dejar el carnet. 
- Ni de coña. Le solté sonriendo yo también. ¿Empezamos con el Autocad?
Miró la pantalla del ordenador sin saber muy bien que hacia allí en ese instante. Le enseñé el folio con el ejercicio que debíamos terminar para ese día. Me quitó el ratón de las manos y pinchó el icono del famoso programa de dibujo. 
- Ve diciéndome los puntos. 
Cuando ya llevábamos un rato ante el monitor dibujando líneas dijo en un susurro casi inaudible. 
- Podríamos hacer el trabajo de inglés sobre el proyecto arcoiris.
- ¿Qué?
- Jesús dijo que eligiéramos nosotros el tema, a él le da igual.
En clase de inglés nos habían puesto una difícil tarea, hacer una presentación de una hora. El grupo era de tres así que tendríamos que hablar 20 minutos cada uno, delante de toda la clase, para aprobar el cuatrimestre. 
- ¡Pero como vamos a hacer el trabajo sobre el Eldridge!
- ¿Y por qué no?

Desde que le conocí me pareció un chico realmente único. Distinto. 
Una tarde en la que teníamos laboratorio de química se me acercó mientras esperábamos a que la reacción exotérmica que teníamos en el matraz hiciera de las suyas y subiera la temperatura del termómetro, la cual teníamos que apuntar cada treinta segundos. 
- ¿Te quedas después un rato?
- ¿Para?
- Quiero probar una cosa. 
- Mañana hay examen, quiero mirar un poco los apuntes.
- De eso va el tema. 
- ¡Señor Ferrán, anote la temperatura y deje de charlar!
- Luego hablamos, le dije mientras el profesor no miraba. 
En el mismo momento en el que supo que en una época me dediqué a estudiar programación creo que le caí en gracia y siempre en nuestras conversaciones acababan saliendo ciertos temas. Por eso no me extrañó para nada la propuesta que me hizo minutos después. 
- ¿Te atreves a hackear el ordenador del de álgebra?
- ¡Estas loco tío! Dije riendo. ¿Crees que tendrá el examen?
- Bueno, sólo hay una manera de averiguarlo. 
- No, es demasiado para mi. Creo que te dejo sólo en tu aventura. 
Al día siguiente, sentados cada uno en una punta del aula, le interrogué con la mirada mientras el profesor repartía las hojas con las preguntas. Al coger el folio con el examen me guiñó un ojo sonriendo. ¿Se estaba tirando el rollo? Nunca nadie lo supo con certeza. El caso es que fue el único en toda la escuela que sacó ese día un nueve. ¿Suerte? Quien sabe, pero desde aquel día el rumor corrió tan rápido como la pólvora y por los fríos pasillos de la facultad, a este chico, se le empezó a conocer como el hacker.

El proyecto arcoiris englobaba una serie de actuaciones dedicadas a derrocar a las potencias del eje en la Segunda Guerra Mundial. Entre esa serie de secretas actividades se encontraba el Experimento Filadelfia. Cuentan las leyendas que estaban metidos en el ajo Enrico Fermi y el mismísimo Einstein, que por aquel entonces trabajaba para el gobierno de los Estados Unidos creando posibles armas para acabar con los nazis. En su afán por evitar los radares de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, a los militares y científicos americanos no se les ocurrió otra idea que poner en práctica la teoría inacabada de la unificación de los campos de Einstein. En pocas palabras, querían hacerse invisibles a los ojos de los pilotos germanos. Para ello metieron un par de enormes y potentes generadores en un barco, el USS Eldridge. Añadieron unas cuantas bobinas, y crearon un campo magnético tan grande que lo que sucedió instantes después de accionar los generadores dejó atónitos a los que esperaban en el barco de apoyo. 
Una niebla verde envolvió al destructor americano e hizo que por unos instantes desapareciera de la vista de todos. No sólo habían conseguido evitar los radares enemigos sino que habían logrado lo que todo estamento militar de cualquier país soñaría con poseer. La tecnología para hacerse totalmente invisibles. 
¿Cuentos? ¿Fábulas de conspiranoicos? Un tal Carl Allen, marinero en el buque de apoyo, fue el que contó todo este episodio, gracias a él pudimos saber detalles de este enigmático incidente. Pero su increíble historia va más allá. Dijo que hubo una segunda prueba, esta vez con la tripulación del Eldridge en el interior del buque. 
En esta ocasión también una nube verdosa se adueñó del destructor y lo hizo desaparecer, pero esta vez un nuevo fenómeno causó la incredulidad de todo el mundo. Se había divisado al destructor en el puerto de Norfolk, a unos 300 km de distancia, a los pocos instantes de desaparecer de los astilleros de la marina en Filadelfia. ¿Teleportación? Sin embargo, lo que Carl Allen nos describe a continuación es algo dantesco. Al volver a aparecer el USS Eldridge en su posición inicial, hierro y carne humana se habian unido. Muchos cuerpos estaban atravesados por mamparos, torsos de marineros se veían "plantados" en la cubierta principal, brazos y piernas se fundían con el grisáceo metal. Horriblemente espeluznante debieron pensar en el USS Furuseth, el buque en el que se encontraba el misterioso narrador de esta historia.
Este hecho causó tal pavor a los militares y científicos yanquis que a partir de ese día desmantelaron todo el experimento y borraron toda pista sobre lo que aconteció en Filadelfia a mediados del siglo pasado. El proyecto arcoiris se volatilizó como un sueño al despertar. 

- No podemos hablar sobre el Eldridge, es demasiado...no se. Repuse sin saber muy bien que decir. 
- Esta bien, dijo él con una mueca de resignación. Pero estaría genial, seguro. Afirmó mientras seguía manejando el ratón uniendo coordenadas en la pantalla. 
Al final, decidimos que el trabajo lo haríamos sobre el RMS Lusitania. Quizá una historia más cruenta que el muy probablemente fantasioso Experimento Filadelfia. Pero ese relato queda para otra ocasión.

Tal día como el de mañana de hace unos años, este chico se puso sus botas de montaña y se fue a la Pedriza a pasear por sus escarpados caminos. Nadie jamás volvió a verle con vida. Se esfumó. 
En un primer momento pensé que aparecería de pronto, como el destructor de la historia. Me negaba a creer que nunca más volvería a verle y en verdad creí que se había topado con algún ordenador de alguna secreta agencia americana, para darse de bruces con la fórmula para volverse invisible. Él era muy capaz de ello. Sin embargo, la cruda realidad fue que al llegar el deshielo, en Junio, se programaron una serie de batidas por toda la sierra. En una de ellas se encontró un cuerpo. Tenía la pierna rota, dijeron los forenses que hicieron la autopsia. Probablemente se resbalara y muriera allí, congelado y sólo, una fría noche de Diciembre. Sobrecogedora escena. Triste y dura, sin duda. 
Descansa en paz, amigo. 






jueves, 4 de diciembre de 2014

Día 10: Buscando el país de la canela.

"...Y así el capitán Orellana tomó consigo 57 hombres, con los cuales se metió en el barco ya dicho y en ciertas canoas que a los indios se habían tomado, y comenzó a seguir en río abajo con propósito de luego dar la vuelta si comida se hallase, lo cual salió al contrario de cómo todos pensábamos, porque no hallamos comida en doscientas leguas ni nosotros la hallábamos, de cuya causa padecimos muy gran necesidad, como adelante se dirá, y así íbamos caminando suplicando a Nuestro Señor tuviese por bien de nos encaminar en aquella jornada de manera que pudiésemos volver a nuestros compañeros..."

En 1541, unos cuatrocientos españoles y cuatro mil indios liderados por dos valerosos hombres iniciaron un viaje a lo desconocido. Un periplo que les llevaría del Océano Pacífico al Atlántico, atravesando lugares que persona alguna del viejo continente había contemplado jamás. Francisco de Orellana y Gonzalo Pizarro abandonaron todo cuanto conocían para adentrarse en una selva llena de peligros y aventuras, y a golpe de machete se abrieron camino por esas tierras inhóspitas buscando el mítico país de la canela. 

Habían oído hablar de una zona más allá de los Andes donde inmensos bosques de canela crecían al amparo de esas vírgenes llanuras que, se suponía, había tras aquellas infernales montañas. Bien es cierto que no sólo iban en pos de esa preciada especia, también se contaban algunas leyendas de un cacique que cada atardecer se embadurnaba el cuerpo con oro molido y se metía en un misterioso lago donde ofrecía a la tierra los rayos reflejados del sol a través de su cuerpo. El dorado.

La canela era un bien bastante preciado por aquella época, remedio medicinal para varias dolencias y potente especia que daba un increíble sabor y olor a los platos y bebidas. No obstante, a los codiciosos nobles y monarcas españoles que esperaban cómodos, en sus grandes sillones palaciegos al otro lado del inmenso océano, lo que en verdad les interesaba era el oro de los incas. Unos años antes el hermano de Gonzalo y primo de Orellana derrotó a Atahualpa, el último de los grandes gobernadores del imperio incaico. Este, para salvar su vida ofreció toda una habitación llena de oro al conquistador español, el legendario tesoro de Llanganatis que jamás se ha logrado encontrar, pero también le habló de algo que ya se comentaba desde hacia tiempo cuando los españoles arribaron a las costas de Nueva Granada, la actual Colombia. Atahualpa le contó la historia de un reino donde existían innumerables minas de oro y cuyo príncipe era un hombre que se adornaba el cuerpo cada día con polvo dorado. ¿Sería verdad todo aquello? Se preguntaron los españoles. El clan de los Pizarro se propuso descubrir que había de cierto en aquella leyenda buscando no sólo el preciado metal sino la gloria eterna. Así que amparados por la corona, a la que ofrecieron una sustancial parte del botín, y por la iglesia, a la que prometieron miles de almas convertidas a su credo, Orellana y Pizarro se enfundaron sus mejores galas y se encaminaron a explorar tan desapacibles tierras. Les esperaban la humedad sofocante, el atenazador frío de las montañas y los aterradores y belicosos indígenas. Sin embargo, nada podría detenerles, el fabuloso tesoro de olorosos árboles y dorados reflejos aguardaba tras algún escondido recodo de la jungla. 

Hace unos minutos estaba enfrascado en la lectura de una pequeña obra que escribió Fray Gaspar de Carvajal, un dominico que vivió allá por el siglo XVI. Viajó en la expedición hacia el país de la canela y fue uno de los cronistas del viaje que emprendieron estos locos aventureros. Él era uno de esos 57 hombres que acompañaron a Orellana hasta el final de la historia. 
Mientras leía con atención ese castellano antiguo, que en ocasiones resulta un tanto extraño, no he podido evitar pensar que yo me encuentro en la misma tesitura que el explorador extremeño. Voy en busca de algo tan mítico como el señorío de El Dorado, el tesoro de Llanganatis, el reino de Paitití, Cibola, Quivira o el ya comentado país de la canela. De hecho, ahora me encuentro en plena selva a machetazo limpio intentando descubrir el país de la felicidad, aquel en el que reside el amor verdadero. Muchos me han dicho que soy un iluso, un pobre estúpido. No existe tal lugar, insisten en decirme. Tan sólo son patrañas contadas por unos locos, quizá puestos de peyote hasta las cejas o que han masticado más hojas de coca de las que debieran. Intento hacer caso omiso de sus desalentadoras palabras y guiarme por mi instinto. Se que es real y que en algún escondido y recóndito emplazamiento de esta enmarañada y jodida selva se encuentra el tesoro. Esperando ser descubierto para, llegando hasta donde se oculta cual valeroso explorador y habiendo atravesado miles de peligros que acechan tras los frondosos árboles, comprobar que la belleza infinita y el amor incondicional son tan reales como las manos que teclean estas palabras. Palabras, dicho sea de paso, que hoy se hacen más confusas que nunca. ¿De qué demonios hablo?
Ni yo mismo lo se, tan sólo divago. Y, a parte de compararme con Orellana por ir ambos tras las huellas de sueños fantasiosos y probablemente tan irreales como los unicornios, ¿hay algo más? Dejadme contaros alguna cosita más sobre aquella travesía que llevó a esos hombres por las selvas del continente americano. 

Tras haber pasado los Andes siguieron el curso del río Coca pero pasadas unas leguas se quedaron sin víveres. Construyeron, entonces, una pequeña barcaza para ir algo más rápido pero al ver que no había suerte y que no encontraban nada que llevarse a la boca, Pizarro consideró que sería mejor separarse. Mandó a Orellana junto a 57 hombres río abajo para que recogieran todo cuanto pudieran recolectar y quedaron en que, a lo sumo, en 4 o 5 días estaría de vuelta pero...

"...Y como a otro ni otro día no se hallase comida ni señal de población, con parecer del capitán dije yo una misa como se dice en la mar, encomendando a Nuestro Señor nuestras personas y vidas, suplicándole como indigno nos sacase de tan manifiesto trabajo y perdición, porque ya se nos traslucía; porque, aunque quisiésemos volver agua arriba, no era posible por la gran corriente, pues tentar de ir por tierra era imposible, de manera que estábamos en gran peligro de muerte a causa de la gran hambre que padecíamos y a que, estando buscando el consejo de lo que se debía de hacer platicando nuestra aflicción y trabajos, acordose que eligiésemos de dos males el que al capitán y a todos pareciese menor, que fue ir adelante y seguir el río e morir, e ver lo que en él había, confiando en Nuestro Señor que tendría por bien de conservar nuestras vidas hasta ver nuestro remedio.Y, entretanto, a falta de otros mantenimientos, vinimos a tan gran necesidad que no comíamos sino cueros, cintas y suelas de zapatos cocido con algunas yerbas, de manera que era tanta nuestra flaqueza que sobre los pies no nos podíamos tener, que unos a gatas y otros con bordones se metieron a las montañas a buscar algunas raíces que comer, y algunos hubo que comieron algunas yerbas no conocidas, los cuales estuvieron a punto de muerte, porque estaban como locos y no tenían seso; pero, como Nuestro Señor era servido que siguiésemos nuestro viaje, no murió ninguno..."

Así que no tuvieron otro remedio que seguir el cauce del pequeño riachuelo llegando una semana después a una zona más ancha en la que por fin pudieron comer algo gracias a la hospitalidad de un grupo de indígenas, hecho que Orellana supo apreciar nombrandose a sí mismo señor de aquellas tierras y dueño de todo cuanto allí se encontraba. Construyó entonces un barco más grande, un bergantín que les ayudase a lo largo de esa singular aventura. Y continuaron con su periplo por el río Coca, el Napo y el Río Grande al que los indios llamaban serpiente sin ojos. 
Se habían separado de Pizarro a finales de Diciembre de 1541, y en Junio de 1542 aconteció un hecho que nadie podía imaginar.

"...Estas mujeres son muy blancas y altas, y tienen muy largo el cabello y entrenzado y revuelto a la cabeza y son muy membrudas y andan desnudas en cuero, tapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos haciendo tanta guerra como diez indios, y en verdad que hubo mujer destas que metió un palmo de flecha por unos de los bergantines y otras qué menos, que parecían nuestros bergantines puerco espín..."

Un grupo de mujeres, las temidas amazonas, estuvieron a punto de hacer fracasar la empresa, sea cual fuere en esos delicados momentos. Y es aquí donde encuentro otro punto en común entre mi persona y la de Francisco de Orellana. Yo también me veo envuelto en una lucha contra las mujeres. Para un mejor entendimiento de mis palabras he de matizar tal punto. No es un enfrentamiento al uso sino que, más bien, estoy en medio de las flechas que disparan a diestro y siniestro. Toda mujer tiene, en mayor o menor medida, cierta animadversión hacia los hombres. Más allá de las posibles causas, en las que no voy a meterme por ser ya bastante extensa la entrada de hoy, es bien cierto que hoy en día a las mujeres al hablar con un hombre se les acciona, inevitablemente, algún tipo de resorte interno, una alarma podríamos decir, que crea una atmósfera turbia en el momento del acercamiento. Desconfianza, distanciamiento, cierta tirantez, una hostilidad evidente. En definitiva, una tensión que hay que vencer, dando lo mejor de nosotros mismos, sino queremos morir ensartados por una de esas flechas dirigida directamente al corazón, ahí donde más duele. 
El río Grande acabó siendo el Amazonas por estas guerreras que tanto martirizaron al bueno de Orellana y los suyos al pasar por sus dominios. Tres años después volvería a este gran río, esta vez para navegar contracorriente e intentar descubrir sus entresijos y secretos más profundamente. Sin embargo, acabó muerto sin poder adentrarse más que unas centenas de kilómetros en sus dulces aguas. Al final el Amazonas pudo con él, el espíritu de esas indomables y aguerridas mujeres transportado por esas caudalosas aguas terminó con el sueño de un hombre. Un tipo que creyó en bosques de canela. Fue enterrado en el anónimo agujero de un árbol en mitad del río para que los indios no pudieran desenterrar su cuerpo. Espero correr mejor suerte que él, ojalá algún día llegue a vislumbrar el legendario país de la felicidad, para por fin abrazar a la mujer que sus murallas esconden, y así tener muy cerca de mi el corazón que ha de amarme eternamente.
El ser humano ha soñado desde tiempos inmemoriales, así es más bonito levantarse por las mañanas. ¿No creéis?

"...Y es verdad que en todo que yo he escrito y contado, porque la prolijidad engendra fastidio, y así superficial y sumariamente he relatado lo que ha pasado por el capitán Francisco de Orellana y por los hidalgos de su compañía, compañeros que salimos con él del real de Gonzalo Pizarro, hermano de don Francisco Pizarro, marqués y gobernador del Perú.

Sea Dios loado. Amén."




 

lunes, 24 de noviembre de 2014

Dia 9: El vestido rojo.

Paseábamos por el centro comercial mirando distraídamente escaparates cuando ella me propuso un juego, ¿te atreves a probarte lo que yo elija y te hago una foto?
Al principio la miré extrañado, me sorprendió la mera sugerencia de ese peculiar pasatiempo, aún así me dejé convencer. Muy bien, pero yo también escojo algo para que te pongas tu. Contesté, algo incrédulo. ¿Hacia dónde nos podía llevar todo aquello?
Unos minutos más tarde no paraba de pensar en otra cosa, una pregunta martilleaba mi cabeza insistentemente, ¿cómo le quedaría ese sugerente vestido que el insulso maniquí portaba con tan poca gracia?
Ella entró en la tienda y recorrió las hileras de ropa observando cada prenda, de momento nada le llamaba la atención. Sin embargo, yo no podía quitar mis ojos de su precioso cuerpo sopesando si prefería el vestido o una faldita corta. Ya que estamos, ¿se atrevería a enseñarme sus piernas? Al final me decanté por lo que creí que sería lo más sexy y escogí la talla. Quiero que te pruebes esto, sugerí, tendiéndole la percha que portaba el vestido rojo que me había hecho soñar unos segundos antes. Ella sonrió, ¿estas seguro de que quieres esto y no alguna otra cosa? Ah, ¡Y no vale ropa interior! Si, me encantaría verte con el puesto. Sonreía mientras cogía el vestido. ¿Sería capaz? Me preguntaba. Muy bien, pero luego te elijo yo a ti algo. Vale, respondí. 
Nos dirigimos a los probadores. Había unos ocho o diez compartimentos, unos enfrentados a los otros. La mayoría estaban vacíos. Escogió uno que estaba al final del pasillo, entró y corrió la cortina. Yo esperé fuera, apoyado en la pared. En ese instante miré el reloj extrañado por la poca gente que había, normalmente esta tienda está más llena que el metro en hora punta. Al desviar la mirada hacia mi brazo para comprobar el reloj me di cuenta de que podía verla a través de la cortina, una fina rendija me permitía ver como se quitaba los vaqueros. Era más bonita de lo que podía imaginar, su piel era blanca y estaba plagada de miles de lunares y pequitas diseminados aquí y allá. Unos segundos después se quitó la camiseta beige que había contemplado durante la comida, aquella que entre sorbo y sorbo de mi coca cola había decidido que le quedaba tan bien que hacia que su cara resplandeciera con un brillo casi mágico. Así que allí estaba, colocándose el pelo rizado mientras se miraba en el espejo gigante, con unos calcetines de Hello Kitty, unas braguitas verdes y un feo sujetador, todo hay que decirlo, pero que mostraba un pecho imponente. Acto seguido se puso el vestido y sin tiempo para recomponerme de esa angelical visión descorrió la cortina y preguntó sonriente, ¿te gusta? Mi cara debía ser un poema, seguro. Embobado aún, asentí con la cabeza. Ella giró 360 grados, interrogándome de nuevo con la mirada. Estas preciosa, logré decir. Entonces se metió de nuevo en el pequeño cubículo y corrió la cortina. La verdad es que me queda muy bien, la escuché decir desde el otro lado. ¡Maldita sea! ¡Ya no podía verla! La diminuta rendija había desaparecido al colocar la cortina de nuevo, ¡joder!.
Fue en ese preciso momento cuando decidí hacer algo que si no hubiera sido tentado por la aparición minutos antes de esa curiosa abertura, que me dejó entrever algo más de lo que debiera, jamás me habría atrevido a realizar. Un deseo irrefrenable por acariciar su cuerpo se adueñó de mi y sin decir palabra alguna pasé dentro. Sorprendida, se quedó mirándome con semblante perplejo para un segundo después empezar a decir, ¿qué haces...? La besé en los labios antes de que pudiera terminar la frase, fue algo dulce y suave. Al principio la noté algo reticente a que estuviera allí, pero quizá fuera la sorpresa de verme allí dentro porque enseguida subió su mano hacia mi rostro y acarició mi cara con cariño. Todo fue tan impulsivo, tan rápido, que aún no había reparado en que ella estaba ya con el vestido en el suelo, veía su culo reflejado en el espejo y me calenté. No pude evitar lo que sucedió después, fue algo instintivo. Me agaché y le bajé las braguitas verdes, comencé a lamer su clítoris. Ella sujetaba mi cabeza con ambas manos, empujando hacia dentro, yo sacaba la lengua introduciéndola poco a poco en la vagina. Estaba muy excitada, realmente húmeda. Soltó un pequeño gemido que retuvo entre risas. Subí para susurrarle algo al oído. Quiero hacerte el amor, ahora. Asintió, sonrojada. En un suspiro me quité las botas y los vaqueros. Empalmado giré su cuerpo hacia la pared en la que no había espejo. Ella se inclinó apoyando las palmas de las manos en la pared, arqueando un poco la espalda mostrándome que deseaba que hiciera. La sujeté por la cintura y la penetré una y otra vez. Nuestras cabezas estaban giradas hacia la derecha, nos mirábamos a través del reflejo del espejo. Mis ojos se debatían entre observar sus enormes tetas botar y bambolearse juguetonas o contemplar los gestos de su cara y sus ojos claros cada vez que empujaba con mi cadera. En un momento dado ella dejó escapar un gritito débil, casi inaudible. Esto hizo que llevara mi mano hacia su boca para, de alguna manera, acallar los tímidos gemidos que pudieran surgir. Ella mordió mi mano, quizá con algo más de fuerza de la que hubiera aguantado sin protestar en cualquier otro instante, pero que ahí y entonces no me importó lo más mínimo. 
La fina pared del probador empezó a moverse demasiado e intuyendo que el chiringuito se podría desmontar en cualquier momento me incliné hacia ella. Vamos a corrernos, cielo. Solté. Aceleré el ritmo de mis caderas durante un rato para luego bajarlo y empujar con fuerza. Noté que estábamos a punto, la cogí de las manos y apreté fuerte en el mismo instante en el que mi semen salía disparado dentro de ella. Sus manos respondieron décimas de segundo después cuando también llegó al orgasmo.
Cinco minutos más tarde salíamos dejando el vestido rojo en el mostrador de la dependienta. No le gusta como le queda, demasiado provocativo. Dije como excusa a la mujer que, sin muchas ganas, doblaba ropa para devolverla a sus correspondientes estanterías. Al salir de los probadores ella cogió mi mano y me besó en la mejilla al tiempo que me susurraba con una enorme sonrisa que iluminaba su preciosa cara...¿vamos a la zona de chicos? Me toca elegir a mi. 

sábado, 22 de noviembre de 2014

Día 8: La desaparición de mi álter ego.

Cada día al escribir sobre él imaginaba que era yo. Cada acción, cada palabra, cada gesto deseaba que fueran los míos propios. Me hubiera gustado ser como Rubén el Conquistador y tener el valor suficiente para dejar todo atrás y salir en busca de mis anhelos, de mis sueños.
Ponía música y totalmente oscuras, tumbado en la cama, escribía. Cerraba los ojos y pensaba en ese valeroso pirata que se hizo a la mar intentando encontrar al amor de su vida. En la mayoría de las ocasiones en las que inventaba sus azañas acababa llorando. ¿Por qué el maldito pirata podía enfrentarse a todo y yo me recluía en mi mundo?

"...Anteriormente había dejado en la Gruta de los Olvidados a Rubén, el Conquistador. Se encontraba allí despues de un año de increibles aventuras persiguiendo una leyenda. Sin embargo, la fortuna le era esquiva y parecía que el destino jugaba con él como un pequeño pajarito juega con una diminuta ramita seca...Sólo un alma pura..."

Unos días después de escribir este fragmento, hace un año más o menos, dejé de hablar con la gente. Apenas cruzaba unas frases aquí y allá. Durante unos meses mi única conexión con el mundo exterior fueron las palabras que ponía en mi blog. Necesitaba estar a solas. 

"...Esas palabras rondaban por la cabeza del Conquistador. Una y otra vez maldecía su mala suerte. El tesoro de Barbanegra estaba ahí, casi lo rozaba con sus dedos y no podía abrir el jodido cofre. Y de verdad que lo había intentado pero no sabía que singular encantamiento mantenía la cerradura intacta. Seguramente Edward Teach, Barbanegra, habría hecho algún tipo de pacto con algún hechicero o quien sabe si con el mismísimo diablo. ¡Malditos sean todos los brujos repartidos por los confines del mundo conocido!..."

Había conocido a una preciosa mujer, Mercedes. Una chica increíblemente bonita, tanto que dudé en un primer momento si ella era real. ¿Sería cosa de mi imaginación?¿De verdad esa encantadora niña deseaba estar conmigo?¿Por qué?

"...Rubén, sentado en la arena, escuchaba el monótono sonido de las olas. Ese ir y venir del agua le había sumido en un trance, puede que ayudado por la botella de ron que sostenía en la mano izquierda mientras, con la derecha, jugaba con la fina arena blanca. Miró a la luna y empezó a cantar una bella balada que había aprendido de niño, la canción de los enamorados errantes. ".......Na na na na I tell you a story that happened one day about a beautiful girl, her age was sixteen, and a young English soldier with nice pretty eyes na na na na......".
Esa letra le traía recuerdos, imágenes lejanas de una mujer susurrandosela al oído mientras hacían el amor en la cama de una posada de Tortuga. Su primer te quiero, su primer suspiro, su primer y único corazón roto. Rubén había amado como jamás lo haría ya, puesto que después de que ella muriera al dar a luz una niña preciosa de ojos azules como el profundo mar se juró que no permitiría que su corazón le traicionara de nuevo. La niña, a la que llamó Shenandoah, falleció a las pocas semanas y Rubén quedó inmerso en una tristeza infinita la cual superó poco a poco tras varios meses deambulando por las tabernas más oscuras, desde Kingston a los Cayos, empapando su alma en alcohol..."

Tenía miedo. Estaba muy asustado. Esa pequeña mujercita había hecho que soñara de nuevo en paseos cogidos de la mano, en compartir noches de luna llena abrazados y tumbados en la cama, o en caricias y besos en anónimos bares. 

"...Así que, con los recuerdos del entierro de la pequeña Shenandoah en la retina, cantó a la enorme Luna y lloró. La impotencia, la crueldad del mundo, la soledad. Todos esos sentimientos afloraron en esa desconocida isla en la que Teach escondió su tesoro. Y de pronto el sollozo paró, se había dado cuenta de algo. Una increíble idea empezó a formarse en su cabeza. "Sólo un alma pura podrá abrir el cofre." ¿Alguna vez su alma había podido calificarse de pura e inocente? Si, sin duda. Ese día en la isla de Tortuga. El día que concibió a su niña, aquel en el que tumbado en el catre de la posada "Jenny's Grotto" escuchando los gritos lejanos de una pelea en la cantina de enfrente juró amor eterno a esa mujer de pelo rizado y rubio. 
Rubén el Conquistador se levantó del suelo y corriendo hacia el mar gritó. Lanzó un sobrecogedor aullido a la brillante Luna junto a una promesa al cielo y las estrellas. 
- ¡¡Juro por mi vida y por los espiritus de mis antepasados que mi alma volverá a ser pura!! Y ni todas las tempestades juntas, ni hechizos de mal nacidos brujos, ni monstruos de mil cabezas podrán detenerme, ¡¿me habéis oído?! ..."

Al tiempo que escribía estas inventadas frases del Conquistador ella me pedía que nos viéramos. Quería pasear bajo las luces de Navidad y deseaba hacerlo conmigo. ¿Por qué? Me volví a repetir.

"...Rubén tenía la estúpida idea que encontrando de nuevo ese amor, su verdadero amor, podría hacer que su alma volviera a ser pura. ¿Funcionaria? Por tonto que pudiera parecer tenía sentido, desde luego que lo tenía. Sólo hallando a esa mujer destinada para él podría calmar su corazón y devolver la inocencia a su maltrecha alma. 
Y con las olas golpeando su fuerte pecho miró desafiante el horizonte. La encontraría, estaba dispuesto a viajar donde fuera necesario, surcar los océanos infinitos y buscar por todos los rincones del planeta. Encontraría el amor y volvería de nuevo a esa isla para abrir el cofre de Barbanegra. El tesoro sería suyo. 
-¡Edward, tu oro será mío! Gritó a la oscuridad como si el propio Barbanegra se escondiera tras el lóbrego cielo. Y ante la decidida mirada de Rubén una estrella fugaz cruzó la negrura en ese instante como si el pirata de los piratas recogiera ese desafío. Atrevete, Conquistador, y toda mi furia caerá sobre ti..."

¿Qué es lo que se me ocurrió hacer entonces? Huí, me fui a La Manga el primer día del año. Y allí terminé de escribir la historia de Shenandoah. Era una noche con algo de brisa por lo que me tapé con una manta mientras miraba el oscuro mar y escuchaba romper las olas en la playa. Ella me había escrito un mensaje. "Feliz año, Rubén". Yo no pude contestar hasta un par de días después, me sentía un cobarde por no enfrentarme a la vida. 

"...Shenandoah es el título de una canción de marinos. Una de esas tonadillas que se cantaban en la cubierta de los buques mientras se surcaban las aguas de mares y ríos. Una balada romántica y evocadora que hace que las palabras fluyan suavemente, como se mueve el casco de una embarcación a través del líquido elemento. Sin embargo, Shenandoah tiene otros significados. Algunos dicen que es el nombre de un jefe indio iroqués, esos que poblaban la región de los grandes lagos de América del Norte. Pero yo me quedo con otra acepción más poética. Su traducción podría ser la de "hija de las estrellas". Esos mismos astros que en este preciso instante no puedo observar por las caprichosas nubes, aunque se con certeza que ahí están. Y ahora una compleja pregunta viene a mi mente, ¿hago bien siendo de la forma que soy? Tengo la extraña sensación de que como un pirata, moriré sólo. Buscando un tesoro que nada más que existe en mi cabeza, imágenes idealizadas por miles de historias y cuentos irreales. Quizá el verdadero amor, la idea que subyace en esas palabras, tan sólo pertenezca al mundo de la fantasía, como el tesoro de Barbanegra..."

Intenté por todos los medios dejar de pensar en ella, dejar de soñar.
El último día que pasé en la playa, antes de volver a Madrid, escribí un mensaje. "¿Quieres que nos veamos? Ya no estarán las luces pero me apetece abrazarte." 

"...tengo la seguridad absoluta de dos cosas, que deseo amar de verdad y que Shenandoah es un bonito nombre para poner a una niña. La hija de las estrellas cuya madre era un ángel venido del cielo de preciosa sonrisa y voz dulce..."

Dos o tres días después de Reyes la abracé. Y ¡bum!, mi corazón se desbocó. Ya, ya se que a veces soy muy impulsivo pero para mi fue como una estampida de bisontes en las llanuras americanas, o quizá como una locomotora que surca velozmente el horizonte. Ese día me di cuenta de algo, en el fondo no deseaba amar. Mientras jugábamos en el cine y ella metía palomitas en mi boca y yo intentaba quitarselas de la mano sentí un miedo atroz. No quería que me volvieran a herir y me juré, en ese instante, que nunca más la volvería a ver. Al día siguiente me invitó a una cocacola. ¿Te vienes a casa? Me preguntó. Mercedes, no te volveré a ver más. No quiero hacerlo. Escribí entre lágrimas. ¡Jodido gilipollas!¡Maldito cobarde!
Después de eso no vi a nadie en meses. Me enfadé conmigo mismo y me encerré en una burbuja. Viví a través de Rubén el Conquistador. Sus aventuras eran las mías, sus anhelos mis sueños, su valentía la que yo no tenía. En todo ese tiempo varias personas se acercaron a mi. "No entiendo que no quieras tomar una caña o salir a cenar, Rubén." Me decían, sin comprender de que me escondía.
Seis meses después de escribir Shenandoah decidí hacer desaparecer al pirata. Seguía teniendo miedo, claro, pero las ganas por volver a vivir eran enormes. Quería descubrir lo que el infinito universo tenía destinado para mi. Pero más que curiosidad por averiguar que había tras mi burbuja lo que deseaba era amar y ser amado, de todas las cosas que he tenido y han desaparecido a lo largo de mi vida, el amor es lo que más echo de menos.
Ese paréntesis en mi vida fue necesario, la desaparición del Conquistador también. De Mercedes no supe más desde aquel día. Probablente se enfadó y se haya olvidado de este pobre estúpido, quizá no fuera el momento más adecuado para encontrarnos o puede que ella estuviera destinada a pasar por mi vida para hacerme comprender que no es tan malo sentir. 
Shenandoah es una bonita canción que siempre que escucho me hace pensar en piratas y corsarios, en tesoros escondidos y bellas damas, en la vida y la muerte. Y sin duda, en el amor. 
La vida continúa, los días pasan inexorablemente. Y como diría cualquier pirata que se precie, siempre hay un tesoro que debe ser encontrado. Para mi es imposible no soñar con el amor pero mientras eso llega piratearé un poco y brindaré con mi querido compañero de batallas. Rubén el Conquistador, el más valeroso de cuantos hombres hayan surcado los siete mares y océanos. ¡Va por ti, amigo mío!


sábado, 15 de noviembre de 2014

Día 7: Los chicos no lloran, sólo pueden soñar.

Miraba por la ventana con tristeza y melancolía. Eran los últimos días que pasaría en aquel lugar. Ya no volvería a ver a mis amigos, ya no jugaría en esas calles, nunca más montaría en bici subiendo aquella agotadora cuesta. De pronto la vi pasar. Fue algo casual, fortuito, como contemplar a un ángel inesperadamente. Había estado enamorado de ella desde los diez años, ahora ambos teníamos trece. Observándola a través de una ventana que no era la de mi casa la vi caminar por la calle con aire distraído. Tuve ganas de abrir de golpe aquel cristal que me separaba de ella y gritar su nombre. Sin embargo me quedé quieto, paralizado. Un par de lágrimas bajaron por mi mejilla al ver como desaparecía y darme cuenta de que jamás volvería a hablar con ella.
Hace un par de meses, en una noche en la que yo estaba llorando le pedí a una chica que me contara algo gracioso. "¿Me haces un favor? Cuéntame un chiste". Necesitaba evadirme de un hecho que me había producido una tristeza tremenda. Con lágrimas aún en los ojos contesté al teléfono, ella me estaba llamando. "No me acuerdo de ninguno", diijo con voz compungida. "Pero puedo contarte historias de cuando yo era pequeña, era muy traviesa." Añadió. Dos horas más tarde reía al escuchar a esa mujer, que pese a que nunca nos habíamos visto, se había abierto a mi de tal manera que me contó infinidad de anécdotas de su infancia. Unos pocas semanas después esa chica ya no está en mi vida, desapareció. 
Recibí un mensaje de otra mujer. Alguien que siempre me ha parecido muy agradable y maja. Hace dos días leí en las notificaciones del móvil estas palabras, "Hola Rubén, ¿qué tal estas?". Hice caso omiso del whatsapp enviado por esa preciosa mujer. ¿Por qué? ¿Este mundo me esta volviendo demasiado frío? Creo que soy una persona muy emocional, vivo los sentimientos de una manera increíblemente intensa pero este mundo tan rápido y vertiginoso en ocasiones puede conmigo. No deseo cambiar ni transformarme en alguien sin alma y lucho contra ello cada día sin embargo noto que algo en mi interior esta evolucionando.
Unas semanas atrás alguien me decía por teléfono "Ven a dormir conmigo, te necesito. Quiero sentirte a mi lado." Unas palabras cargadas de sensaciones, sin duda. Mi cabezonería y yo, unidos frente a tal proposición nos hicimos fuertes y me negué en redondo a pasar, lo que sin duda hubieran sido unas espléndidas horas con esa impulsiva chica. Muchos kilómetros y algunos días después de eso, ayer hablaba con ella fríamente, como si nada de eso hubiera sucedido. Unas risas lejanas y un tanto vacías, unas palabras en cierta manera algo distantes. Quizá indiferencia sea una palabra muy dura y excesiva, pero sin duda la conversación fue extrañamente rara. Obviando que ella, una tarde que no esta tan lejana en el tiempo, me pidió que la abrazara fuerte en la cama. ¿No es de locos?
Pero si de locuras he de hablar, el hecho acaecido hace algunos días es para pensar seriamente que me ocurre a mi o al mundo, no se muy bien. Llamaron al telefonillo, esa era la señal para decirme que tenía que ponerme las zapatillas de nuevo e irme. Ella me miraba atarme los cordones mientras yo me excusaba por no poder pasar la noche en su casa, me había pedido que me quedara pero esa noche era imposible. Al incorporarme nos abrazamos, sentí su rizado pelo hacerme cosquillas en mi nariz y me besó en los labios. Nos reímos cuando hice un comentario gracioso y metió sus manos en los bolsillos de los vaqueros mientras se balanceaba sobre las puntas de sus pies. Tenía la cara sonrojada por el calor de la manta que la había estado tapando en el sofá durante la hora que habíamos estado hablando allí tumbados y una amplia sonrisa hizo que me diera pena no quedarme y disfrutar más de su compañía. La besé de nuevo en los labios y le dije un hasta luego. En ese momento no supe que jamás la vería más. Unas horas más tarde, por teléfono, escuché estas palabras... Es mejor que no nos veamos más.
Cuando conocí a esta otra chica hace año y medio sentí que el alma me daba un vuelco. Era la primera mujer con la que compartía confidencias después de bastante tiempo de dudas existenciales. Es una persona increíble y me hizo mirar el mundo de otro modo. Me ayudó tanto que fue imposible no sentir un cariño inmenso por ella, ¿por qué entonces cuando en agosto me escribió para interesarse por mi la despaché con un par de mensajes? Me sentí horriblemente mal al hacerlo, ¿habré estado muy borde? Me pregunté. 
La gente sale de mi vida sin apenas darme cuenta, de puntillas. Sin avisar. A otros en cambio les echo yo movido quizá por el desapego que existe en este mundo. Un lugar en el que los besos no significan nada, donde compartir risas o lágrimas esta tan infravalorado como abrazar a alguien. En un mundo como este te puedes acostar en la cama de una mujer y acariciar su desnuda espalda al mismo tiempo que te preguntas si a la mañana siguiente ella seguirá en tu vida o si será un efímero sueño. 
El excesivo celo que hemos impuesto a nuestras vidas hace que desconfiemos de nuestros sentimientos y apartemos de nosotros el calor y el apego, sustituyendolos por una frialdad e indiferencia que muchas veces no comprendo.
Algo más de veinte años después de ver a esa niña cruzar bajo la ventana de una casa que no era la mía, una fría noche de un otoño lluvioso me dió por buscarla en facebook. Hace dos años tecleé su nombre y me salió un pequeño listado de varias mujeres con el mismo apellido. No la reconocí. Estaba indeciso entre dos preciosas chicas, ¿de verdad no te acuerdas de ella, Rubén? Les mandé una solicitud a ambas. Las dos aceptaron. Una de ellas desapareció hace algunos meses, como llevada por el viento de una tormenta veraniega. Con la otra, la de mi infancia, no he hablado desde aquel día de otoño de hace dos años. Ese día pasé un par de horas mirando sus fotos y leyendo cosas suyas, recordando. Fue emocionante volver a contemplar sus ojos, su sonrisa. Me di cuenta de algo, el cariño no se olvida y me alegré que aquella niña de mirada risueña fuera ahora una feliz mamá.
Hoy escribo recordando a toda esa gente que pasó por mi vida en algún momento u otro. Aquellos que compartieron un instante conmigo, ya fuera una breve conversación telefónica, un abrazo, una mirada, una sonrisa...
No puedo decir que sea amigo de nadie pero no hay duda de que siento un cariño especial por toda esa gente. Un apego que hace que mientras escribo todo esto no pueda evitar emocionarme y derramar alguna lágrima. Mea culpa, sin duda, soy demasiado sentimental. 
Pero como dijo Miguel Bosé en alguna ocasión... Los chicos no lloran, sólo pueden soñar. Así que cerraré los ojos unos minutos, me secaré las lágrimas y soñaré.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Día 6: Stay alive.

25 de Diciembre de 2014. 
Al despertar no me ubiqué en un principio. Estaba de lado y observaba, con los ojos entreabiertos, una lamparita en la semipenumbra. En la mesilla reposaba mi reloj, al lado una intermitente luz verde centelleaba. Era mi móvil. ¿Dónde estaba?
- Buenos días, cariño. ¡Feliz Navidad! Escuché que alguien decía detrás de mi. 
A mitad de camino entre la curiosidad y la extrañeza me giré sobre la cama. Fue entonces cuando supe exactamente donde me encontraba. Unos preciosos ojos me miraban con cierto aire divertido. 
- Así que no te he soñado. Dije acariciando su pelo para apartarlo de su cara.
- No, cielo. Creo que soy bastante real. Contestó ella dándome un beso en los labios. 
Sabía a caramelo de fresa o quizá a algodón de azúcar.
Me tumbé boca arriba y miré el blanco techo. ¿De verdad estoy aquí y es Navidad?
Aún pensativo, un escalofrío recorrió mi cuerpo y me tapé con el edredón de colores rojo, verde y azul. Tanteé con la mano buscando la suya y me di cuenta de que estaba desnuda bajo la sábana. Ladeé entonces mi cabeza de nuevo, ella seguía en la misma posición. Sin quitarme ojo me observaba sonriendo. ¡Dios, que guapa era!
- Creo que la mezcla de turrón y cava de anoche te sentó un poquito mal, dijo riendo. 
Su risa era dulce, su voz tierna, sus labios me decían bésame. Y por su puesto, fui un niño bueno e hice caso.
- ¡Si apenas bebí! Respondí sin acordarme realmente si lo había hecho o no. 
Al acercarme a ella sentí su piel, suave y cálida. De nuevo la besé y esta vez no reparé en el sabor de sus besos sino en el olor de su pelo. ¿Cómo puede un simple aroma provocar tantos sentimientos?
Ella se había colocado sobre mi, sentada. Con el edredón sobre su espalda empezó a acariciar mi pecho con el dedo. El pelo le caía por los hombros, sus pechos se balanceaban en una hipnótica danza que provocó que mis ojos los siguieran durante unos segundos. 
Si esto es un sueño espero que no suene la alarma ahora que la cosa se pone interesante, me dije. Mientras, ella seguía acariciando mi cuerpo con una delicadeza increíble. Lo hacía lentamente, parándose de vez en cuando para mirarme a los ojos. Imposible resistirse a un momento como ese, notó mi creciente erección e intuí una leve sonrisa tras su enmarañado pelo. Con la mano que le quedaba libre cogió mi pene y lo introdujo dentro de ella liberando un suspiro corto y dulce cuando se deslizó completamente a través de su vagina. Entonces se tumbó sobre mi y empezó a morderme el cuello al mismo tiempo que movía su culo arriba y abajo. Yo la tenía cogida de la cintura mientras ella se abrazaba a mi con ambos brazos alrededor de mi cabeza. Sus tetas botaban sobre mi cara, sus acompasados y débiles gemidos me llegaban como ecos lejanos de otros mundos. Ella variaba el ritmo, tan pronto se aceleraba y me arañaba la espalda con sus uñas por el frenesí del momento como se relajaba y me comía a besos. ¿Cuanto tiempo estuvimos así? Imposible saberlo, minutos, horas. Quien sabe. Ella empezó a temblar de pronto, entonces supe que era el momento. Separé su cara de mi cuerpo y la sostuve entre mis manos. Quería mirarla a los ojos al corrernos, deseaba que mis ojos le dijeran cuanto la amaba en ese instante. Esos segundos fueron de una intensidad tremenda, la expresión de su rostro cambiaba con cada movimiento y al notar mi semen caliente recorriendo su interior abrió bien los ojos. 
Feliz Navidad mi amor, solté. Ella tan sólo me besó. Un minuto después ambos yacíamos de lado sobre la cama, mirándonos a la cara en silencio. Te amo, susurré. Y yo a ti, Rubén. Eres el amor de mi vida.

Necesito soñar para mantenerme vivo. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

Día 4: Otoño.

Los árboles que veo cada mañana van tiñendo sus hojas de tonos pardos, marrones apagados, amarillos sin brillo. Las nubes pasean ligeramente por el cielo, flotando de un lado a otro llevadas por el suave viento que trae un aire que empieza a ser frío. La gente camina rápido, con las manos en los bolsillos y la mirada baja. Se ven las primeras bufandas de la temporada anudadas en los calentitos cuellos, bailando al son de los pasos de los que las llevan. De vez en cuando me cruzo con algún chiflado que aún no se ha enterado que ya hemos cambiado de estación y viste con bermudas y una fina camiseta, ¿su sangre será más caliente que la mía o sólo es que esta tarado? En mi camino sorteo algún charco que otro, señal inequívoca de que la noche ha sido lluviosa. De pronto detengo mi marcha y observo a un par de ancianos. Él lleva un bastón que le ayuda en su lento caminar, ella le agarra del brazo fuertemente, tanto como le dejan sus escasas energías. Estoy a unos metros de ellos y les miro. Me asombra su compenetración al dar cada paso, casi parece una marcha militar. Derecha, izquierda, derecha, izquierda. Muy lentamente van desapareciendo de mi vista y me hago una pregunta, ¿cuanto tiempo se necesitará para llegar a tener esa conjunción, ese entendimiento? Toda una vida, sin duda. 
Al desviar la mirada de los entrañables viejecitos me fijo en otro detalle que me llama la atención. En este mundo, en el que todo va tan rápido, es reconfortante ver que aún hay personas que no corren y se toman su café sentados en un banco del parque. Un tipo trajeado, con gabardina marrón, sostiene un periódico en una mano mientras con la otra sujeta un vaso de plástico con el logo de una gran empresa de cafés estampado en el. Con las piernas cruzadas una sobre la otra, lee alguna noticia que parece interesarle sobremanera. Mera suposición por el gesto de su rostro, atento y ceñudo. Quizá lee sobre extraños virus, políticos corruptos, o el buen juego del Madrid, puede que incluso sólo este mirando el pronóstico del tiempo. ¿Quien sabe?
Si, llega el otoño y con él mi eterna melancolía. Esa sensación ocupa todo mi ser y hace que me convierta en un estúpido soñador. Esta época del año es complicada para alguien como yo, en verdad todas lo son, pero quizá cuando llegan los primeros fríos es cuando más necesitado estoy de un abrazo. Un poco de calor corporal de alguien especial, una persona con la que no me importaría perderme en la inmensidad de cualquier solitario bosque. 
El romanticismo acude a mi con el transcurrir de los días. El templado Octubre da paso al ventoso Noviembre dejando tras de si un extraño poso en mi alma. Un deseo irrefrenable de querer pasear por un bosque, abrazado a una mujer que me ame. No creo que haya un lugar más romántico en esta época del año. Caminar por la espesura junto a ella, cogerla de la mano recorriendo senderos repletos de hojas de multitud de colores, sintiendo su respiración confundida con los enigmáticos sonidos que se escuchan en la lejanía. Creo que es increíblemente bello compartir un instante así, terriblemente evocador.
Mi mente juega conmigo e imagino llegar a un claro en mitad de la arboleda. En ese sugerente sueño me veo descansar del bonito paseo apoyado en un tronco de un milenario árbol, tan grueso y grande que ni mil tempestades juntas podrían arrancarlo. Ella se sienta en el hueco dejado entre mis piernas, su espalda roza mi pecho, mis brazos la rodean abrazándola. Huelo su pelo, le beso el cuello, juntos escuchamos los sonidos que nos trae el suave viento que mece las amarillentas hojas. Ese mismo aire que atraviesa el frondoso bosque crea un susurro encantadoramente placentero, momento en el cual ella gira levemente su rostro para comentar precisamente eso. Jamás he estado tan a gusto como en este instante, me dice. Yo observo su rostro y beso la comisura de sus labios, la aprieto fuertemente contra mi pecho. Quiero meterme dentro de ella, quiero que seamos una sola alma. Se lo digo al oído. Sonríe y lentamente se gira para mirarme a los ojos. Con sus suaves manos acaricia mi cara, su dedo recorre cada arruga de mi rostro desde los ojos hasta el mentón y me besa en los labios. Es tierno y dulce durante unos segundos, cálido. Luego el beso se transforma, se vuelve fogoso y pasional, intenso. Rubén, me susurra en un breve descanso para coger algo de aliento, hazme el amor ahora, aquí. La miro con una mezcla de cariño y deseo, ella me devuelve esa mirada con creces. Me quito la chaqueta y la extiendo en el suelo, ella hace lo mismo y la pone junto a la mía improvisando una superficie algo más cómoda. Se tumba mirando el cielo, a la espera. Es preciosa. Puede que sea mi corazón el que hable o quizá sean las increíbles tonalidades que crea la luz otoñal reflejandose en su piel, pero al verla ahí recostada pienso que es la mujer más bonita de todo el planeta. Me pongo de rodillas, una pierna a cada lado de su cuerpo y empiezo a besar su bella carita. Durante un rato sólo nos besamos pero la pasión sube en intensidad y acabo por quitarle el suéter para acto seguido sacarme el jersey que impide que ella acaricie mi pecho. Juegos, mordiscos y pellizcos continúan el ritual, sin embargo lo que viene luego es algo confuso. No se de que forma ella se deshace de sus vaqueros ni me imagino como puedo yo quitarme los míos sin dejar de besar sus labios pero el caso es que allí estamos ambos, desnudos bajo el viejo y gigantesco árbol. Es entonces cuando cumplo mi deseo de estar dentro de ella y ser ambos uno sólo. La penetro despacio y muy lentamente, me muevo con ritmo pausado hasta que ella pone en su cara esa expresión de estar en el mismísimo paraíso. Sus ojos, entonces, me dicen que es el momento de cambiar de ritmo y poco a poco los golpes de cadera se hacen más acentuados, ella sigue esa cadencia levantando su culo en ese sensual baile. De pronto agarra con fuerza mis manos clavandome las uñas, inmediatamente bajo la velocidad e intento llegar lo más adentro posible, concentrándome en aquel instante, saboreando el éxtasis que provoca que ambos gritemos en medio de aquel solitario bosque y que decenas de pájaros alcen el vuelo asustados. Minutos después aún yacemos desnudos sobre la alborotada ropa. Su cabeza reposa sobre mi pecho, escucha los latidos de mi corazón. Levanto su cara suavemente con la mano para mirarla a los ojos. Te amo. Te amaré eternamente. Confieso. Me mira fijamente, sabe que soy sincero y que será para siempre. Entonces sucede, me da el beso con más amor que jamás haya recibido persona alguna. No son necesarias más palabras, la energía que me transmite es brutal y se que ella también me ama. Soy feliz. 
Quizá alentado por las miles de imágenes bucólicas de estos días esta mañana me he parado un par de minutos a observar a los ancianos, al hombre del traje y a la gente que iba y venía de un lado a otro. Una ráfaga de viento ha hecho que cerrara los ojos unos segundos y hundiera las manos en los bolsillos momento que ha aprovechado mi malvada mente para crear estas imágenes en las que me encontraba tumbado bajo un enorme árbol de hojas amarillas. Si, el otoño ya esta aquí de nuevo. Bienvenido sea. 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Día 3: La foto

Experimento: Publicación de una foto de un tío en bolas en mi perfil de Facebook. 
Objetivo: Descubrir la reacción de las mujeres al ver un cuerpo desnudo. 
Tamaño de la muestra: Indefinido.
Hipótesis inicial: Es imposible intuir, de una manera razonable, que le gusta a una mujer.

Mi primera tentativa en el proceso de llegar a entender a las mujeres mediante la difusión de una canción japonesa no fue lo que podríamos decir muy concluyente así que ayer de nuevo me puse a pensar.
¿Qué diablos les gusta a las mujeres? 
Hace tiempo que estoy dado de alta en una página de contactos. Nunca me ha gustado esa manera de conocer gente ya que es algo así como el segunda mano de las citas. Pones un anuncio y si a alguien le interesas te da un toque. Bastante frío todo el tema pero cuestiones filosóficas a parte hay algo que me llamó mucho la atención al leer los perfiles de las mujeres. Un porcentaje bastante alto decían no sentirse atraídas por chicos que van a gimnasios. De hecho, lo que pude comprobar es que si ponías una foto haciendo deporte o mostrando tu cuerpo moldeado a base de esfuerzo y sudor te decían que no les interesabas, que eras poco menos que un chulito que vacila de cuerpo y que seguramente no tuvieras nada de cerebro, es decir, lelo perdido. 
Frases como "no eres el tipo de hombre que busco","no me gustan los que van de chulos por la vida","no me gusta el deporte así que odio a todo aquel que dedica algo de tiempo a esa insufrible tortura","eres un flipao"... En fin, y todo esto antes incluso de cruzar una sola palabra conmigo.
Sin embargo echo un vistazo a las publicaciones de Facebook y veo miles de me gusta a fotos de modelos enseñando pectorales, leo comentarios escritos por mujeres a fotos de tíos con cuerpazos llenos de esteroides. Babeando tan sólo por rozar un músculo de ese desconocido, soñando con pasar unas horas en una cama estudiando anatomía y queriendo suspender el examen para poder repetir de nuevo. ¿Qué es lo que ocurre aquí? ¿Las mujeres son bipolares?
Hace una semana escuché esta conversación entre dos chicas...
- ...¿qué tal te va con Carlos?
- Tía, es super majo y muy mono pero he conocido a otro. Esta buenísimo.
- ¿Estaba en la boda?
- Si. (Saca el móvil para enseñarle una foto a la otra). ¿Has visto que cuerpazo?
- Tia, eres una cabrona. (Ríen las dos)

Quería ser ambicioso con mi nuevo experimento, algo a nivel global. Deseaba llegar a la mayor cantidad de mujeres posible para poder evitar ciertas desviaciones que hay en todo estudio que se precie. ¿Y qué mejor lugar que la red social por excelencia para servir a mis propósitos? Tocaba entonces elegir una foto que provocara, que no dejara indiferente. Decidí publicar una mía totalmente desnudo. ¿Por qué yo y no un desconocido y potente hombre de cualquier revista tipo Men's Health o algo así? Evidentemente mi estudio abarca a toda la población femenina pero lo que de verdad me interesa son las opiniones de aquellas a las que conozco y supuse que si era yo el retratado habría más comentarios, quizá por eso de ser alguien conocido el que se mostraba. Por lo tanto me aventuré a pensar que seria mejor recibida y que obtendría más material de análisis. La foto estuvo unas cuatro horas visible en mi muro en lo que televisivamente podríamos llamar el prime time del face, desde las 8 de la tarde a las 11 de la noche. Sin embargo cometí un pequeño error, no tuve en cuenta un factor importante. La gente es muy celosa de su intimidad y le cuesta decir lo que piensa, máxime si los demás van a ver lo que dices así que el efecto no fue el deseado. Unos pocos me gusta, algún comentario en la publicación, y seis o siete mensajes al móvil tanto aprobando como regañando mi indecorosa actitud. 
Definitivamente el experimento vuelve a ser inconcluyente, no hay suficientes datos para emitir un juicio pero lo que si me esta quedando cada vez más claro es que las mujeres son muy difíciles de analizar. Debo seguir investigando, tengo que estrujarme más el cerebro para crear nuevos experimentos. Estoy convencido que al final lograré algún avance significativo, seré el primer hombre en entender a las mujeres. Luego escribiré un libro y me forraré. Tendré el dinero por castigo y una bella mujer con la que gastarlo. 

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jueves, 30 de octubre de 2014

Día 2: Ricky Martín y el perro.

¿Quién no ha oído alguna vez la historia de un perro, una niña y un bote de mermelada?
La resumiré para aquellos despistados que allá por el año 99 no escucharon aquel rumor que corrió rápido por esta piel de toro que es nuestro país. Por entonces había un programa en la televisión que daba pequeñas sorpresas a gente anónima. Familiares o amigos de personas que idolatraban a tal o cual actor o cantante escribían a los productores pidiendo que admirado y admirador fueran presentados. Claro, para que el efecto fuera más conmovedor e impresionante el famoso de turno se escondía para aparecer en un momento dado causando una reacción de total desconcierto en el susodicho sorprendido. Bien, pues los papas de una niña que adoraba a Ricky Martín escribieron una misiva solicitando que el cantante puertorriqueño diera una alegría a la chiquilla. Sin embargo, ella ya tenía quien le proporcionara su pequeño momento de placer. Me explicaré. Llegado el día de autos la gente del programa escondió a Ricky en el armario de la habitación de la niña. Los padres, al llegar esta del colegio, pusieron una excusa para salir un momento de casa y dejar a la cría sola. En ese momento ella dijo, esta es la mía. Se fue a la cocina, cogió un bote de mermelada y se lo untó por aquella parte del cuerpo en la que todos estamos ahora imaginando para acto seguido gritar, ¡Ricky, ven aquí! No, no llamaba al cantante, el cual aún aguardaba escondido. Demandaba la presencia de su perro que también respondía por ese nombre. El perrito, solícito, corrió en busca de la niña y en su habitación empezó a darle lametones mientras Ricky Martín veía todo el espectáculo y salía escandalizado del armario. 
Todo el mundo hablaba de esto aquel invierno del 99. ¿Pero de verdad ocurrió? Según se ha podido saber aún no se ha encontrado a una sola persona que lo haya visto de primera mano. Se ha convertido en una de esas leyendas urbanas que forman parte de nuestro acervo cultural. 
Sin ninguna duda no hay producto que haya sufrido más cantidad de mala prensa que la Coca Cola. Bulos de toda clase se han dicho sobre esta refrescante bebida. Desde que en el interior de las latas y botellas se escondían cuchillas o dedos mutilados de los empleados hasta que en los almacenes de la compañía había miles de ratas que orinaban sobre las muchas remesas de latas que allí se guardaban transmitiendo enfermedades mortales a quienes bebieran de ellas. He leído estudios que dicen que este producto desatasca tuberías e incluso vi un programa en la tele en el que se dedicaban a probar que juntando Coca Cola con caramelos de la marca Mentos la reacción que se producía era como estar delante de un auténtico géiser, una impresionante liberación de energía. ¿De nuevo estamos ante un gran cúmulo de patrañas o es algo real y tangible?
Nos encontramos en la antesala del día en el que honramos a los muertos, a los que ya no están con nosotros y fueron a lugares más etéreos. Puedo decir, sin equivocarme, que la protagonista de esta historia deambula por caminos que están entre este mundo y el siguiente. Adoro conducir de noche, me encanta. Y siempre que voy por alguna carretera secundaria y algo revirada me viene a la mente esta pregunta, ¿me encontraré en algún momento con la chica de la curva? Una niña en unas versiones, una mujer joven en otras. Siempre vestida con un camisón o vestido blanco, de largo pelo oscuro y tez mortecina. Dicen que murió en un accidente unas curvas más adelante de donde se la ve y que se muestra a la gente para recomendarles que pongan atención y bajen la velocidad para así librarles de una muerte segura. Algunos cuentan que aparece dentro del coche sin ser invitada. Otros narran asustados lo que un amigo de un amigo les susurró... al llegar a la fatídica curva desaparió por arte de magia del asiento trasero. ¿De verdad existen los espíritus o simplemente son tétricos embustes?
Desde luego esta historia da un poco de miedito pero no tanto como esta otra. Escalofriantemente real. Ayer, mientras hacia cola en el banco, una chica me escribió un mensaje extrañamente raro. "Me he enamorado". Al leerlo puse cara de poker, y pensé ¡venga ya!¡el amor es una leyenda urbana! No me dió tiempo a responder, ella mandaba otro mensaje aclaratorio. "No es amar, es enamorarse". Aquí ya me dejó sin palabras, ¿cuál es la diferencia entre enamorarse y amar?¿Es algo así como una especie de podium en el que enamorarse esta en segundo lugar y amar en el primero?¿O es al revés? ¿Y qué es lo que queda relegado al tercer puesto?¿El sexo, la amistad o una mezcla de ambos, los terribles follamigos? En fin, no quise seguir ayer por este camino con ella ya que en varias conversaciones telefónicas surgieron acaloradas discusiones sobre este polémico asunto así que mientras mi mente me llevaba por estas livianas cuestiones deje que ella me contara su bella historia. Cuando terminó su relato y salí del banco cogí el coche. E inevitablemente me puse a pensar. ¿El amor realmente es un engaño o es posible que esta chica haya dado con él? Por la experiencia que me han dado los dos últimos años en los que me han contado innumerables crónicas del singular mundo de las relaciones dejé de creer que el amor fuera algo real. Si, hay pasión. Por supuesto que existe la atracción y no negaré que hasta pueda haber cierto tipo de comunión entre dos almas. Pero del amor ni rastro. Así que, hace algunos meses me di por vencido y acabé por creer que era una leyenda urbana como las de la chica de la curva, las de la Coca Cola o el goloso perro y Ricky Martín. ¿El amor es un bulo?¿Es un simple rumor que ha llegado a nosotros traído por algunos ilusos que habitaban este mundo en tiempos inmemoriales? Preguntas sin respuesta por el momento, sólo el pasar de los días dará solución a este enigma. Espero que ella lo logre y dentro de unos años me cuente que estuvo ahí, en ese lugar donde el corazón late sin miedo y el alma vuela alto. Me encantaría que me dijera que ha podido comprobar, de primera mano, que el amor existe y que no es un camelo de estúpidos soñadores. Desde luego da miedo volver a creer, pero sería maravilloso ilusionarse con un mundo en el que es posible amar de verdad, sin reservas ni tapujos. Eso si que sería una auténtica sorpresa y no la de Ricky Martín. 


miércoles, 29 de octubre de 2014

Día 1: El experimento.

Experimento: Distribución aleatoria de una canción japonesa. "Ninja re bang bang" de Kyary Pamyu Pamyu.
Objetivo: Descubrir el funcionamiento del cerebro femenino. ¿Es posible llegar a entender a las mujeres?
Tamaño de la muestra: 20 mujeres comprendidas entre los 30 y los 45 años. 
Hipótesis inicial: Es imposible intuir, de una manera razonable, que le pasa a una mujer por la cabeza.

Ayer se me ocurrió un pequeño juego. ¿Cómo reaccionarían las chicas ante una canción japonesa que a mi me parecía súper graciosa y pegadiza? El experimento me diría dos cosas, la primera me permitiría saber si podría adivinar que diría cada una de ellas al recibir y escuchar algo fuera de lo común. Esta parte iba orientada a responder la eterna cuestión de si entiendo o no las intrincadas leyes que rigen el extraño modo de pensar de las mujeres. La segunda parte de este curioso juego me diría bastante sobre la mentalidad de las personas implicadas. ¿Están abiertas a nuevas experiencias? 
Me fascina el modo en el que las mujeres desarrollan sus pensamientos. Más aún, soy un enamorado de su forma de ver el mundo y creo que su potencial es mayor que el de los hombres. Por ello he dedicado bastante tiempo a analizar sus gestos, sus palabras y por supuesto la manera en la que se comportan llegando a una terrible conclusión. Son impredecibles, no hay forma humana de entrever una relación coherente entre lo que piensan y lo que hacen. Y eso las convierte en increíblemente peligrosas, diría que ellas son el arma más mortífera de todo el planeta. Con una sola mirada, por ejemplo, pueden hundir a un hombre o llevarlo al éxtasis más extremo en cuestión de segundos. El poder que lucen es ilimitado y ellas lo saben, desde luego que si. Ahí radica su verdadera amenaza, dominan muy bien su fuerza pero no sólo eso, conocen nuestros puntos débiles y eso hace que ostenten una supremacía total sobre el destino de cualquier hombre. Yo no me dejo engañar cuando dicen eso de...soy más simple que el mecanismo de un chupete. 
Las admiro. No hay duda. Y por eso ayer me embarqué en este loco experimento.
Veamos, de las 20 chicas tres no contestaron. Esto me hace pensar que o bien no escucharon la canción por falta de tiempo o ganas o bien no les gustó en absoluto. Del resto, tan sólo tres me contestaron que les encantó. Sin embargo, el grupo mayoritario fue el que dijo. ¿Qué leches es eso Rubén?
He de decir que con ninguna acerté la posible contestación a mi envio de la canción. Bien es cierto que esa parte del experimento tenia una variable de la que dependían bastante los resultados. ¿Cuanto conozco al sujeto en cuestión?
La mayoría no se definió ni en un sentido ni en otro. Hay varios grados claro, desde la que dijo que era una fricada hasta la que me animó a estudiar japonés para traducirle la canción de marras pasando por la que a mi pregunta de "¿a que mola?" me contestó con un "el que mola eres tu".
Desconcierto total. No sólo no había adivinado que diría cada cual sino que las respuestas eran tan dispares que era imposible hacer un gráfico que sintetizara el estudio. Había una nube de puntos en el cero y otra en el diez y luego, los demás, estaban dispersos a lo largo de esa inconcluyente tabla.
A la vista de estos datos sólo puedo decir que necesito seguir estudiando esas misteriosas conexiones sinápticas que se producen en las mentes de las mujeres que activan esos invisibles resortes que las hacen tan atrayentes a la par que inescrutables. Si en algún momento quiero hacer feliz a alguna de ellas debo entenderlas, comprender sus motivaciones. Y el único modo real de hacerlo es de forma experimental, provocando reacciones y sentimientos. Tan sólo así lograré adivinar que diablos desean las mujeres. 

Agradecimientos: Este pequeño estudio no hubiera sido posible sin la colaboración de esos entrañables conejillos de indias que fueron las mujeres a las que envié la canción. A todas ellas gracias, espero que no se hayan sentido ofendidas ni molestas. Todo es en beneficio de la ciencia. 



jueves, 23 de octubre de 2014

¿Qué coño es ser mono?

Abrumado. Confuso. Cabreado. Incrédulo. Estúpido. 
Así me siento ahora, en este preciso instante. No deseo hablar con nadie, no quiero interactuar con persona humana alguna. ¿Por qué? Muy sencillo, no entiendo el comportamiento de la gente. No comprendo las motivaciones que llevan a mis congéneres a actuar de la manera como lo hacen. 
"¿Sabes eso del amor sobre lo que tanto escribes? ¿Qué pasa, te has enamorado? Si, me ha estallado en la cara. Pero es algo imposible. ¿Por qué? El esta casado y va a tener un bebé."
Esta conversación de ayer me dejó perplejo. ¡¿Pero que cojones le pasa al mundo?! Ella me explicaba que tan sólo había pasado, no era algo buscado. Evidentemente, no lo creo. Soy algo excéptico en eso de que sólo fue una mirada y salieron a flote todos esos sentimientos. Cuidado, no juzgo el comportamiento de ella, persona libre y sin ataduras. Es adulta y supongo que sabe donde se mete. Sin embargo es a él a quien va dirigido todo mi cabreo y frustración. Una persona que hace unos meses decidió tener un hijo, un tío que mientras duerme al lado de su mujer embarazada le dice a otra que esta loco por ella, un energúmeno que antes de que pasara todo esto no se paró a pensar en las consecuencias de sus mensajes por whatsapp. "No hemos hecho nada aún pero estoy enamorada". Esa frase me hizo sonreír, una sonrisa de incredulidad. No hay que follar con alguien para hacer algo, el mero hecho de dormir junto a una mujer y decir a otra que no haces más que pensar en ella ya es demasiado. Ese hombre es un hipócrita, un terrorista emocional. 
Dos semanas y media antes de la conversación de ayer iba en el metro un viernes por la noche. Había quedado con una mujer preciosa e iba observando mi reflejo en la ventanilla del vagón intentando dilucidar si había escogido bien la ropa que me había puesto cuando de pronto recibí un mensaje al móvil. "Me ha vuelto a escribir y me ha dicho que busque un sitio íntimo para mañana pasar la noche. ¿Qué hago Rubén?". No daba crédito a lo que leía. Me enfadé y mucho. Cuarenta y ocho horas antes, esa mujer que se planteaba ver a ese hombre, me mandaba mensajes llorando, jurando y perjurando que jamás volvería a tener sexo vacío y sin sentimientos con nadie. ¡Estoy harta de todo eso! Exclamaba entre sollozos. Bien, ¿alguien me puede explicar como un tío de treinta y pico años es tan gañán de decirle a una mujer que busque un sitio para follar? Aunque sea sólo por las formas es para dar de leches a este hombre. ¿Dónde ha quedado relegada la educación? La galanteria de invitar a una mujer a cenar, hacerla sonreír, jugar con las miradas, acariciar su brazo, susurrar al oído... Si quieres meterte en la cama de una mujer hay maneras más elegantes de intentarlo que con un mensaje tan burdo como el que escribió este torpe aquel día. 
Más o menos por esos días otra simpática chica me escribía para contarme sus escarceos en temas amorosos. Si, ya se lo que pensáis, parece que soy consultor sentimental o algo así. En cierta forma me halaga pero acabo abrumado por todo este torrente de uniones y rupturas express. La breve historia de esta pequeña mujercita es sencilla. "Hola Rubén, he conocido a alguien y ¡creo que es el amor de vida! ¡Me alegro mucho xxxx! Si, pero quiero que sigamos siendo amigos, ¿vale? Claro xxxx, aquí estaré siempre que quieras."
Una semana más tarde o quizá semana y media volvió a dar señales de vida. "¿Qué tal estas Rubén? Muy bien y tu, ¿qué tal va esa bella historia de amor? Pues no hay historia. Vaya, lo siento".
Pero sin ninguna duda lo que le pasó a otra de mis "clientes" en el consultorio fue de echarse a reír o llorar, no se muy bien. Es una mujer realmente bonita, tiene un cuerpo increíble y una carita de ángel. De ahí que me quedara alucinado cuando me contaba lo que le había pasado. Antes del verano me puso un whatsapp..."creo que he encontrado al definitivo". Durante el tiempo que hablamos me contó como le conoció y que había sido un flechazo, que sentía latir fuerte su corazón. La cosa se quedó ahí, con mis mejores deseos para que de una vez por todas a esta encantadora niña le saliera un príncipe que no fuera rana. La cosa no iba a ser de cuento precisamente. A mediados de Agosto, una tarde después de subir de la playa recibí un mensajito de ella. "¿Qué tal tus vacaciones? Geniales, un poco aburridito en La Manga pero estoy en la playa. ¿Y tu?¿Qué tal tu cuento? Pues creo que era gay. ¿¿Qué?? Si, no me tocó ni una sola vez. Quizá fuera tímido dije yo, incrédulo total. No, ¡que va! Creo que todo era por aparentar delante de su familia."
Pequeños relatos de gente que se acercó a mi buscando una opinión o puede que solamente queriendo compartir algo de su momentánea alegría. Pero la verdad es que no puedo ni opinar ni juzgar porque no comprendo este mundo. No entiendo un carajo de nada. Las relaciones son tan enigmáticamente extrañas como esta jodida expresión...¡Eres tan mono! 
Todas y cada una de las mujeres de estas historias me lo dijeron en un momento u otro pero, ¿qué diablos quiere decir?¿Qué soy gilipollas?¿Un imbécil integral? Porque así es como me siento, un moñas, un necio más sobre el planeta. Quizá no sólo eso sino el más estúpido de los estúpidos, ese que aún cree en la honestidad. 
Si, hoy no quiero hablar con nadie. Me iré a mi isla desierta y me evadiré de todo y de todos. Hoy no me busquéis, he salido a soñar. 




jueves, 16 de octubre de 2014

¿El huevo o la gallina?

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? 
Esta mañana me hacia esa pregunta esperando en la parada del autobús con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el horizonte.
Parece una estúpida cuestión pero nada más lejos de la realidad, ya desde la antigüedad los filósofos y sabios del momento se detuvieron unos instantes ante este maravilloso enigma. Aristóteles, por ejemplo, entre clase y clase de retórica o matemáticas en la Academia de Atenas conversaba con Platón sobre este tema intentando dilucidar cual sería la respuesta correcta. Asunto escabroso también en el entorno de la iglesia hace unos cuantos siglos, la Biblia era clara en este caso. Dios creó todo ser viviente que habita la Tierra, por lo tanto la gallina estuvo cacareando mucho antes de que cualquier huevo fuera puesto. Pero entraron en escena los evolucionistas y dijeron...No, no, no. Las aves son animales que han llegado a nosotros a partir de los dinosaurios y por lo tanto, como cualquier cambio genético se da en fase embrionaria, el huevo ha de ser sin ninguna duda lo primero. Incluso al tío más listo del planeta, el señor Stephen Hawking, en alguna rueda de prensa para presentar alguno de sus libros sobre el origen del Universo o acerca de la teoría de la existencia o no de los tan enigmáticos agujeros negros, se le ha preguntado su opinión. Su respuesta, tajante. El huevo. 
En fin, que mucha gente con mentes sesudas y grandes coeficientes intelectuales se han metido de lleno en el asunto de la gallina y el huevo. ¿Y cuál es mi opinión? 
Todo esto viene a colación de algo que me llamó la atención hace unos días. ¿Se besa a alguien antes de sentir o se siente antes de besar?
El beso es algo tan antiguo como la propia vida pero se cree que fue en la India, hace algo más de tres mil años, donde se empezó a convertir en un gesto erótico y sensual. Escenas sacadas del Kamasutra nos corroboran este dato. Fue Alejandro Magno, quien al conquistar esa parte de Asia trajo el arte del beso, como activador erógeno, a Europa. 
Los antiguos sabios hindúes no iban desencaminados al tratar al beso como una parte esencial en el placer de amar. Según estudios bastante concienzudos, al besar el cerebro libera varias hormonas como son la oxitocina, la dopamina y la adrenalina. Unido a que los labios son una de las zonas con mayor número de terminaciones nerviosas de nuestro cuerpo hace que el beso actúe de contacto entre nuestra alma y nuestras necesidades fisiológicas como seres totalmente sexuales. Y es ahí, en esta conexión entre alma y cuerpo, donde reside mi dilema moral. ¿Hace falta sentir para besar a alguien? En caso afirmativo, ¿qué clase de sentimiento? Amor, deseo, pasión, cariño...
Creo en el romanticismo del beso. El juego de miradas, la leve mueca previa, la piel sintiendo el contacto, los labios de uno en las comisuras del otro, la pequeña apertura que deja salir el aliento, cálido y sensual. El mordisqueo, el baile de lenguas, el sabor inconfundible de la excitación, el intercambio de saliva...
Algunas personas creen que el mundo es eterno, que no hay principio ni final. Según esta teoría, la vida se ha desarrollado tras una serie de infinitos ciclos y por lo tanto, la respuesta que dan a la cuestión de qué fue primero si la gallina o el huevo es que ninguno. Ambos ya estaban aquí, y aquí seguirán para siempre.
¿Se puede besar sin sentir? Por supuesto. Un gesto como cualquier otro, lleno de reacciones químicas que activan nuestros sentidos y los llevan a cotas inimaginables. Sin embargo, lo que lo hace único, causante de guerras y batallas, de muertes sospechosas, o de actos valerosos a lo largo de los siglos es el amor. Lo verdaderamente mágico sucede cuando dos personas enamoradas se besan, entonces el mundo se para y deja de girar. El tiempo no existe, se vuelve infinito. 
Hace muchos años, tantos que me da miedo recordar, me gustaba una chica de mi clase. Ella se sentaba delante de mi, por lo que podía observar muy bien cada movimiento que hacía. De vez en cuando se giraba para hablar conmigo o con mi compañera de mesa, yo esperaba esos instantes con una tremenda impaciencia. Un día soñé que la besaba al darse la vuelta, un beso tierno y dulce. Un beso de niño enamorado. Al día siguiente quería hacerlo, la besaría sin más. ¿Por qué no? El que no se la juega no gana, me dije. Instantes antes de atreverme a dar ese enorme paso algo hizo que cambiara de opinión. Me enteré de que a ella le gustaba otro. Mi corazón se puso triste y me sentí estúpido por lo que había estado a punto de hacer, desde ese día antes de besar a nadie siempre he necesitado saber que sentía la otra persona. Quizá el que dijo aquello de que los besos que más huella dejan son los que no se dan tenía razón, aunque yo me quedaria con esta otra frase de Emil Ludwig, "la decisión del primer beso es la más crucial en cualquier historia de amor, porque contiene dentro de sí la rendición."

sábado, 14 de junio de 2014

ECM

El Viernes 13 ha pasado ya, no sin antes dejarme una terrible pesadilla. Un sueño que ha hecho que me despierte entre lágrimas y con el corazón a mil por hora. 
El 13 siempre fue un número asociado a la muerte y al mal augurio en general. Según algunos tratados de historia todo empezó un Viernes 13 de Octubre de 1307 cuando, esa noche, miles de calles de toda Europa se llenaron de sangre. La codicia de un rey francés junto con la inestimable ayuda de un Papa sin escrúpulos hicieron que ese día pasara a ser uno de aquellos momentos perdurables en la historia.
Un dato curioso es que el capítulo trece del Apocalipsis está dedicado al anticristo, el ser por antonomasia ligado a la muerte y la destrucción del mundo conocido. El trece, también, podría escribirse como uno y tres, que sumados dan cuatro. En la cábala, ese número representa la memoria. ¿Qué se yo de la muerte? Que mejor que el Réquiem de Mozart para hacerme recordar, una música compuesta para acompañar al difunto hasta la otra orilla del río. Mozart compuso esta música pocos días antes de morir acuciado por una misteriosa enfermedad que lo postró en la cama tan hinchado que los médicos y familiares que le rodeaban en esos instantes no fueron capaces de vestirle con su mejor traje en esos últimos momentos de vida. El réquiem fue un encargo de un enigmático hombre que se le presentó, encapuchado, una noche templada de Junio. Sin embargo, el bueno de Mozart siempre creyó que era su propio Réquiem, él pensaba que el inquietante hombre era un enviado de la muerte que le avisaba de su inminente final. Esa intuición no iba desencaminada ya que cinco meses después el Kyrie, una de las más bellas partes del Réquiem, era tocado en una pequeña iglesia de Viena en memoria del compositor recientemente fallecido. 
Bien, mientras escucho a Mozart, volveré a esa extraña pregunta de hace unos instantes, ¿he visto a la muerte de cerca? 
Tendría alrededor de unos 12 años, nos dirigíamos a un pueblo en mitad de Cuenca. Mis hermanos y yo mismo no sabíamos mucho de aquella persona, tan sólo que era un familiar de mi padre, una tía creo recordar. Las imágenes son vagas y difusas en mi mente, pero hay una que se me quedó grabada. El cementerio tenía diversos montículos elevados, pequeñas colinas. Mi madre se quedó junto a nosotros en la base de una de aquellas lomas en las que sería enterrada la pobre mujer. Como niño curioso que era, no quitaba ojo de lo que acontecía y fue un acto de tremenda tristeza lo único que puedo recordar con absoluta claridad. Un primo de mi padre, hijo por lo tanto de la fallecida, estaba arrodillado al lado del agujero mientras varios hombres bajaban con cuerdas el ataúd. Mi visión era a contra luz por lo que no distinguía más que sombras recortadas sobre el cielo claro y azul iluminado por un sol que subía hacia su cenit. De pronto, mientras cuatro sombras intentaban deslizar la caja de madera lo más suavemente posible, ese hombre arrodillado empezó a gritar furioso. ¡No! Decía una y otra vez. Inquieto, vi como ese desconsolado hombre se levantó rápidamente y dijo ¡iré contigo madre! A punto estuvo de saltar al abismo pero unas sombras entre las que, intuí, estaba mi padre le sujetaron antes de que pudiera pasar cualquier desgraciado accidente. Eso es lo único que puedo recordar de ese instante, bueno quizá otro pequeño detalle. Era época de matanza y nos trajimos del pueblo unos chorizos que estaban bien ricos. Los recuerdos de un niño, curioso. 
Afortunadamente tuvo que pasar bastante tiempo hasta que, de nuevo, me viera enfrentado a la muerte. Era el día después de Reyes, el último de las vacaciones de Navidad y me había ido al cine después de comer. Como siempre, quité el sonido del móvil antes de que comenzara la película. La verdad es que no recuerdo el título pero se que era una de Harrison Ford. Al terminar miré el teléfono y tenía bastantes mensajes y varias llamadas. Uno de aquellos SMS decía, "nos vamos a Guadalajara, tu abuelo se ha puesto malito." Llamé a mi madre y no lo cogió. Fui a por el coche y conduje hasta el hospital sin saber la gravedad del asunto. Mi abuelo ya estaba enfermo pero llevaba tiempo así, sin mejoría aparente pero tampoco sin empeorar. Al llegar allí volví a llamar y conseguí hablar con mi madre, sube a la habitación fue el mensaje escueto que recuerdo. Nunca está uno preparado para ver a un ser querido en una cama de un hospital pero verlo luchando por quedarse unos instantes más en este mundo es chocante y frustrante. Veía a mi abuelo que respiraba con dificultad, aún con los ojos abiertos quien sabe si observando lo que le rodeaba. Nada se podía hacer por aliviar ese instante, nada más que esperar. Me acerqué a darle un beso y no hubo reacción ninguna, no movió ni un sólo músculo. Pensé que estaría utilizando toda su energía para aguantar un poco más, aferrandose a un lugar que por muy triste que fuera ya no era su mundo. Algunos minutos después llegó el desenlace, mi abuelo empezó a dar bocanadas de aire, su piel cambió de color y la temperatura de su cuerpo bajó. Miré a mi madre, después a mi abuela. Mi madre salió en busca del médico con lágrimas en los ojos, mi abuela acariciaba a mi abuelo sin decir nada. Poco después el médico nos dijo que saliéramos de la habitación, mi abuelito había fallecido. No lloré, tan sólo cogí la mano de mi abuela mientras andábamos sin rumbo por el pasillo del hospital. 
Algo más reciente fue este último episodio. Íbamos a Toledo, ella hablaba por teléfono con su madre mientras yo conducía. Estaba ingresada en el hospital pero su madre le juraba que estaba bien, tan sólo la mantenían en observación por una recaída. ¡Pasaoslo bien! Le dijo animada desde el otro lado de la línea. "Vale, luego vamos a verte" le contestó. Intentamos hacerla caso pero la cara de mi ex denotaba preocupación. Intenté que pensara en otra cosa mientras comíamos e incluso la convencí para subir al tren turístico que recorría la ciudad. Íbamos a sacar los billetes para montar al trenecito cuando recibió una llamada de su hermano. Al terminar la conversación estaba muy nerviosa. ¡Vamos al hospital! Me dijo. Volaba por la autopista. Me sentía culpable por haberla convencido para hacer algo distinto ese día que teníamos libre, creí que pensar en otra cosa le vendría bien. ¿Y si por ello no podía despedirse de su madre? Corrí como jamás habia corrido, volaba a 180 deseando que todo fuera una falsa alarma. Cuando llegamos al hospital recuerdo que comía una pera de la cena que le habían dado. Nos saludó y preguntó que tal el día, si lo habíamos pasado bien. Entonces respiré profundamente, todo había sido sólo un susto. Sin embargo, a los pocos minutos empezó a hablar de cosas inconexas y nos miramos extrañados. Mi ex llamó a la doctora y lo que le dijo fueron malas noticias. El final estaba muy próximo. ¿Cómo es posible? ¡Hace un momento comía una pera tranquilamente! Hubo muchos momentos tristes en los dos días siguientes. En esta ocasión si que lloré, y mucho. Y el más triste de todos fue en el momento de cerrar el ataúd para enterrarla. Nos dijeron que podíamos estar un rato a solas antes de llevarla al coche fúnebre. Yo no sabía que eso iba a ser tan duro. En la sala estábamos cinco personas. Su hermana y hermano, ella y el marido de su hermana. Nada más quedarnos a solas mi ex puso sobre el pecho de su mamá una foto de cada uno de nosotros, para que la acompañáramos a donde fuera. Luego metió un Belén pequeñito de cristal que le habíamos comprado en Toledo para regalárselo la tarde que murió. Acto seguido ellos tres se cogieron de la mano, mientras el marido de la hermana le daba un beso de despedida y se unía a ellos. Yo estaba sólo al otro lado, mirando el rostro de esa mujer que siempre me trató con cariño. Desconsolado, no pude parar de llorar durante un par de horas.
La muerte es cruel, desgarradora. Desde luego que es así para los que lo sufren desde fuera, pero visto del otro lado ¿qué se sentirá? ¿Qué es una ECM?
Mucho antes de estos tres episodios de mi vida sufrí un pequeño percance. Un insólito suceso que a día de hoy aún no he podido explicar con una cierta coherencia. Un caluroso día de Julio jugaba en la playa, como tantos otros niños me divertía en la orilla saltando las olas. En un descuido me metí demasiado, tanto que en uno de esos brincos dejé de hacer pie. La resaca del mar hizo que cada vez me alejara más de la orilla, asustado empecé a gritar. Me hundía hacia el fondo sin poder evitarlo, pero no sólo por la acción del indolente mar. Allí había alguien más. Mi cabeza estaba ya más tiempo bajo el agua que sobre ella y en una de esas incursiones vi a un niño. Me cogía de la pierna y tiraba hacia abajo. Nunca olvidaré ese rostro. Un chaval algo mayor que yo, de pelo rizado y oscuro. En su cara se dibujaba una amplia sonrisa cuando tiraba de mi pie hacia el fondo. Intenté zafarme pero era más fuerte que yo y no conseguía librarme de esa mano que me agarraba por el tobillo. Agotado y ya casi a punto de abandonarme a mi suerte sentí que alguien me sacaba del agua. Mi primera reacción al ver que todo el mundo me rodeaba para ver que tal estaba fue gritar, ¡hay otro niño! La misma persona que fue a por mi se metió de nuevo en el cada vez más enfurecido mar, al poco rato mientras mi madre me abrazaba y secaba con una toalla volvió el hombre que me había salvado. Allí no hay nadie más, ¡¿a alguien le falta un niño?! Gritó. Por lo visto estaba yo sólo allí. Entonces, ¿quien era ese niño?
Los testimonios de personas que han sufrido una experiencia cercana a la muerte dicen haber visto personas que las guían a través de un túnel. Gente sonriente y feliz que las acompañan por la travesía que une ambos mundos, el de los muertos y el de los vivos. ¿Ese niño era mi guía? No sabría responder a esa pregunta pero la verdad es que el muy cabroncete me quería llevar a algún lado. 
Tanto en la vida como en la muerte suceden ciertos hechos que podrían denominarse como caprichosos y a veces ese misterioso ser encapuchado te acecha con su guadaña y en otras ocasiones, en cambio, aparece un turbador niño que te da un zarpazo y sólo logra herirte. Eso es lo que pienso que me ocurrió ese día en la playa. No obstante soy de la opinión de Woody Allen quien, en una de sus películas, dijo que no le tenía miedo a la muerte, tan sólo no quería estar allí cuando ocurriera. Por eso si vuelvo a ver a ese pequeño diablillo de pelo rizado cambiaré de rumbo e intentaré darle esquinazo.