La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

viernes, 24 de enero de 2014

Trinidad

Un padre ve llegar el cumpleaños de su hijo y se le presenta la oportunidad increíble de regalarle algo único. Así comienza esta historia, en la que en una trastienda de un misterioso local el vendedor le dice que lo que esta adquiriendo debe ser cuidado de una manera especial. Nada de darle de beber, no debe mojarse, comer más allá de la medianoche le esta prohibido y la luz del sol podría matarle. Normas básicas para un correcto cuidado, concisas y sencillas. 
De esta forma aparece Gizmo en nuestras vidas. Un adorable ser que sólo infunde ternura y cariño en los demás. Pero la historia se tuerce, el adolescente dueño de Gizmo se despista. El entrañable ser se moja y algo extraño ocurre. Nacen unos seres algo más traviesos y con una terrible treta comen después de las doce de la noche. Sucede, pues, una transformación. Los pícaros seres se vuelven mezquinos y malvados, son los Gremlins. 
Cuenta la leyenda que Pigmalión, un antiguo rey de Chipre, buscaba a la mujer perfecta. La buscó por todos sus territorios, pero todas las que en un principio parecían ser candidatas a ser su reina consorte al final acababan siendo rechazadas. ¿Qué diablos ocurría?¿Seria posible que no existiera, en sus vastos dominios, esa bella e insuperable dama? Cansado de perder el tiempo en búsquedas inútiles, se mentalizó de que esa reina no aparecería jamás y se propuso algo. Pigmalión era un avezado escultor así que con el bloque del mejor mármol que halló se empeñó en esculpir a la dama perfecta. Tras un largo y arduo trabajo terminó al fin y tan sublime fue su escultura que acabó enamorándose de ella. La noche antes de la festividad de Venus, Pigmalión tuvo un sueño. Mientras dormía soñó que esa mujer de duro mármol le abrazaba, que sus labios se movían, y su corazón latía. El rey estaba tan enamorado de ese inerte cuerpo que soñaba algo totalmente imposible, que hubiera calor donde sólo había frío. Afrodita, la diosa de todo lo bello e increíble que hay en una mujer, al ver tan hermosos sentimientos en el sueño de Pigmalión tuvo piedad de él. Nada más despertar y abrir los ojos, como hacia cada mañana, fue a dar un beso a su amada estatua. Entonces el rey notó algo excepcional, muy extraño. Esos labios desprendían calor. Tocó entonces sus inmóviles brazos y sintió como las venas se llenaban de un fluido oscuro. Desconcertado acercó entonces su oído al pecho de la estatua e incomprensiblemente escuchó un golpeteo. Había un corazón ahí dentro que poco a poco insufló vida al resto del cuerpo. Así fue como el sueño de la mujer perfecta, el sueño de Pigmalión, cobró vida. Así nació el mito de Galatea.
Unos niños duermen plácidamente pero un ruido en la ventana les hace despertar. De forma sigilosa alguien se mete en su habitación. La hermana mayor coge las riendas del asunto y pregunta, ¿quién esta ahí? De pronto un risueño personaje aparece ante sus atónitos ojos. Soy yo, Peter, ¿me recuerdas? Wendy no desea acordarse, se esta haciendo mayor y lo que Peter representa es algo que poco a poco se olvida. El personaje de las mayas verdes intenta explicar que cada noche va a verles y viajan volando hasta su extraña tierra. ¿Volar? Dice la niña. ¡Es imposible volar! Exclama. Yo puedo hacerlo, le contradice Peter, y vosotros también. Sólo necesitáis creer que podéis hacerlo. Y quizá un poco de ayuda del polvo de hadas. Una sombra de duda aparece en el rostro de Wendy al ver a Tinkerbell, ¿será verdad? Se pregunta la niña. Sólo esa pequeña vacilación hace que piense por unos instantes en lo maravilloso que sería si fuera posible. Esa incertidumbre se transforma en esperanza y con la lluvia del mágico polvo sobre sus cabezas consiguen salir por la ventana agarrados todos de la mano y sobrevolar los cielos de un nocturno Londres. Dirección, the second star to the right.
Gizmo, Pigmalión y Peter Pan. Tres personajes cuyas historias cuento esta mañana. ¿Por qué? Simplemente porque son parte de mi. Soy muchos pedacitos de aquí y allá pero si tuviera que destacar tres, a día de hoy, serían ellos. Mi Trinidad. 
Soy un espécimen raro como Gizmo, siempre me he sentido así. Un Mogwai único, el último de su especie. En 36 años no me he topado con ninguna persona que piense igual que yo, ni tan siquiera parecido, y que actúe de forma consecuente. Extremadamente raro, si. Ese soy yo. Complejo, difícil de entender. Una personalidad distinta sin duda alguna. No digo que mejor o peor, al igual que Gizmo, yo también tengo mi lado travieso. Todo el mundo tiene a una persona o varias, si son muy afortunados, con los que puedes decir que coincides en muchas cosas o pensamientos. Yo no, jamás he encontrado en mi vida a nadie así. Soy un solitario Mogwai olvidado en la trastienda de una oscura tienda china. 
Una vez en el colegio me enamoré de una chica, y durante un tiempo pensé que era una niña extraordinaria, hasta que sucedió algo. Conocí a su mamá. La madre no me caía demasiado bien y dejé de estar enamorado de la hija. Desde mi tierna infancia he tenido un poco de Pigmalión en mi forma de ser. Buscando a la mujer perfecta pero sin encontrarla por hallar estúpidos fallos en ella. Sin embargo, los milagros existen como en la leyenda de Galatea. Mi ex no era la más bella, ni la más perfecta, pero sucedió que me enamoré a primera vista de ella. Me enganchó su bondad y estuve enamorado durante diez años de esa imperfecta mujer hasta que me di cuenta que la dulzura y sensibilidad habían desaparecido. Ahora me pasa algo parecido, no hago más que poner pegas a todas las increíbles mujeres que aparecen en mi vida. Quizá hasta que suceda un nuevo milagro y Afrodita se apiade de mi, y mi corazón vuelva a latir al encontrar algo extraordinario en la personalidad de alguna chica. 
Hace unos quince años mi correo electrónico era algo así como peter_pan20@..... Soy un niño grande, pero lo que me hace ser Peter no es eso. Sino que me gusta. No tengo el más mínimo interés en crecer y perder eso que pierden los niños en la película. La capacidad de imaginar, la virtud de soñar, la ilusión ante las cosas más tontas y simples, la habilidad de ser feliz.
La primera vez que fui a París tenía 25 años. Uno de los días lo reservamos para ir a Disneyland. Iba expectante porque me habían dicho que sería genial, un gran día. ¿Qué pasó al entrar? Estuve durante dos horas dando vueltas de un lado a otro sin saber donde montar. Nervioso miraba las colas, impaciente buscaba no perder tiempo. Hasta que mi acompañante me cogió de la mano y dijo tranquilo Ru, vas a montar en todo. 
La última vez que estuve en París fue a finales de Diciembre del 2011. Mientras veía la cabalgata por la noche de los personajes de Disney me emocioné, y al salir Papa Noel tirando del trineo repleto de renos lloré. Una felicidad extrema, una ilusión infinita. 
Pese a haber transcurrido prácticamente diez años entre ambas escenas, seguía siendo igual, mis sentimientos y sensaciones eran las mismas. Deseo seguir volando como Peter Pan, para siempre. Cada noche levantar el vuelo para llegar hasta la segunda estrella de la derecha y alli poder vislumbrar el maravilloso mundo de Nunca Jamás.
Tres aspectos de mi forma de ser. Tres mentalidades en una. Tres corazones complementarios. 
Raro, extraño, extravagante, exigente, único, loco, soñador, infantil, vanidoso, solitario, complejo......Rubén. 




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