Siempre creí que una chica cogería mi mano entre la suyas para jugar con mis dedos al tiempo que me sonreía y me besaba en los labios.
Siempre soñé que su corazón y el mío latirían al mismo ritmo dirigidos por un mágico e inexistente diapasón, y que la sangre llegaría a la vez a cada recodo de nuestro cuerpo.
Siempre pensé que el olor de su pelo me llevaría hasta el infinito, que con sólo aspirar brevemente su aroma me transportaría hasta el paraíso eterno.
Siempre fantaseé con la idea de que tan sólo con rozar mi piel con sus muslos mi alma sufriría un vuelco y entraría en un éxtasis que ni todas las drogas del mundo serían capaces de imitar.
Siempre me figuré que estar tan cerca de ella supondría una comunión tan fuerte entre nuestras mentes y cuerpos, sus pensamientos serían los míos y mi cuerpo sería suyo.
Siempre planeé el lugar y escenarios idóneos. Una inmensa cama, un mullido colchón, unas sábanas suaves, una habitación con flores, música para dejarse llevar.
Siempre presentí que miraría a sus ojos en ese preciso instante y que ya nunca más podría dejar de hacerlo. Esa mirada me acompañaría para el resto de mi existencia.
Siempre me hice a la idea de que al besarla y nuestras lenguas tocarse y bailar juntas dentro de nuestras abiertas bocas, los gemidos de ella acompañarían a mis propios gemidos.
Siempre sentí que tras ese beso me quedaría embelesado ante la belleza de ese cuerpo y durante unos segundos lo estudiaría con detenimiento intentado dilucidar si todo era real o sólo era mi maliciosa mente que me estaría haciendo una maravillosa trastada.
Siempre presagié que al darme cuenta de que ella estaba allí realmente, mi alma se conmovería de tal manera que una lágrima de felicidad se escaparía de mis verdes ojos para caer junto a la almohada recorriendo mi mejilla.
Siempre fui de la opinión que ella al ver esa solitaria lágrima preguntaría, ¿por qué lloras, mi amor? Y yo le contestaría que es inevitable. Le diría que lloraba porque la felicidad inundaba todo mi ser y que ninguna otra cosa de este mundo podría igualar lo que sentía en ese preciso instante.
Siempre he tenido la extraña convicción de que ella al oír mis palabras, besaría la mejilla por la que momentos antes había caído esa pequeña lágrima y me diría te amo, te amo tanto que quisiera no separarme de ti jamás.
Y si, siempre al escuchar esas inventadas frases en mi mente soñando que así fuera todo algun día, acabaría penetrándola suavemente. Para que ella pudiera sentirlo en cada terminación nerviosa, y que un suspiro o quizá un sonido gutural salido de su interior más profundo nos llevara entonces hasta un mundo nuevo y mágico.
Siempre estuve del lado de esos pocos que pensaban que ese momento sería algo especial y que cada gemido, mío y de ella, repetido una y otra vez al modo de una especie de mantra, nos evadiría a lugares lejanos y misteriosos.
Siempre, llegado este punto, creí que sería un buen instante para decirla una vez más lo mucho que la amo, para añadir con una sonrisa pícara.....voy para abajo.
Siempre tuve ciertos reparos en la afirmación, como es arriba es abajo. Verdad es que también hay unos labios, pero ese beso es muy distinto al otro. En realidad, más que besar, ahí abajo lo que siempre imaginé que desearía sería morder, lamer, introducir....¿mi mente imagina demasiado?
Siempre fui un estudioso del tema, algunos manuales decían esto, otros aquello. Sin embargo, tenía la seguridad de que sólo una cosa funcionaria. La improvisación unida a un venerado amor hacia ella.
Siempre, una pregunta me venía a la mente. Al volver de nuevo arriba, es decir, al cielo y mirar sus ojos, ¿como sería? ¿qué ocurriría al volver a penetrarla para acabar corriendonos al unísono?
Siempre, siempre, siempre soñé con ella gritando mi nombre una y otra vez seguido por un te amo eternamente. ¿Por qué? Las confidencias hechas en ese preciso instante en el que la mente deja de funcionar y todo nuestro ser se concentra en un sólo acto son ciertas. Es imposible mentir cuando se tiene un orgasmo.
Siempre tuve esta certeza, la eyaculación es el suero de la verdad más potente. Si te dice que te ama, entonces es que realmente moriría por ti.
Siempre sostuve que acabar abrazados y jadeantes sería un buen punto final.
Siempre supuse que ella terminaría con su cabeza sobre mi pecho, escuchando los latidos de mi corazón. Mi vista sería la de su precioso y alborotado pelo cayendo sobre mi. Recorrería con mis dedos su espalda hasta llegar a su imponente culo. Para acariciarlo suavemente mientras ella se hace un pequeño ovillo, su oido pegado a mi pecho. Bum-bum, bum-bum. ¿Lo escuchas? Es mi corazón suspirando por ti. Su mano descansaría entonces sobre mi brazo dándome a entender que esta tan a gusto que le encantaría dominar a la sabia naturaleza para detener el mundo en ese instante y que el tiempo se volviera infinito.
Siempre creí que finalizar aqui esa unión con ella sería muy triste por lo que imaginé que en ese momento diría algo asi como.... ¿te apetece otro?
En mis mejores sueños ella siempre sonreiría y viendo que volvía a excitarme cogería mi creciente miembro y se lo metería en la boca para en un acto mio de blasfemia total, pura y dura, gritar ¡eres una diosa, joder!
Siempre, en esos pensamientos de como sería follar con alguien que amas, ella acabaría sobre mi, moviendo su cintura, comiendome a besos, rindiendonos al placer mutuo.
Siempre pensé que la velada concluiría al dormirnos, extenuados ambos, mientras nuestros desnudos cuerpos yacen sobre la cama unidos por nuestras manos, que ya nunca más volverían a soltarse.
Re descubrirte ... ojalá hayas encontrado lo que estabas buscando...
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