Lo recuerdo como si fuera hoy mismo, en aquel momento subí la mirada y me encontré con la musculosa silueta de una Notre Dame iluminada. No entiendo tampoco demasiado de arquitectura pero sus muros me transmitieron fortaleza y robustez y así debía ser, ya que esas paredes llevaban más de 800 años ahí en medio de aquella isla que dividía al Sena en dos. Al mismo tiempo me dio la impresión de que aquella estructura era ligera, con sus inconfundibles arbotantes rodeándola como un amante rodea a su amada en un bonito abrazo. Sabiendo que siempre estarán ahí, tanto amante como los arcos, dotando de seguridad a catedral y amada respectivamente.
Volví de nuevo la vista hacia abajo observando la lucha de la frágil hoja por zafarse del castigo que el malvado muro le había impuesto. Sin duda un indeseable cautiverio sabiendo que su deseo, la aspiración de aquella furtiva hojita que en la oscuridad de la noche se desembarazó de la rama que la sujetaba era la de dejarse llevar hasta el mar. Fluyendo, mientras nadie la mirase, bajo los muchos puentes que comunican ambas riberas de París. Sin embargo ahí estaba yo, viendo aquella sigilosa escapada hacia la libertad mientras esperaba que mi "bateux parisien" me llevara también bajo esos mismos puentes hasta la bella y armoniosa Torre Eifflel.
No hay nada más bonito en este mundo como contemplar la realización de un precioso sueño, afortunadamente los dioses en aquella ocasión me concedieron ese regalo y pude ver con mis propios ojos como aquella luchadora hoja aprovechó el impulso de una onda causada por un barco que lleno de turistas, navegaba surcando el río.
Recuerdo que sonreí, que incluso la animé con un pequeño gesto de mi mano. Venga hojita, ahora o nunca. ¡Ve y consigue tu sueño! Intenta llegar lo más lejos posible.
Tan solo pude seguirla con la mirada unas decenas de metros hasta que me fue imposible distinguirla en la negrura de las aguas del Sena, no obstante me gusta pensar que consiguió llegar tan lejos como ella quiso y que vió así recompensada su valentía.
Mucho antes de que aquella osada hoja brotara de su tallo me encontraba en el fnac escuchando música con un libro en mis manos. Malgastaba las tardes de los sábados sentado en el enmoquetado suelo de aquel lugar, soñando mientras pasaba las páginas de un inmenso mapa de carreteras y recorría con el dedo la sinuosa línea de una autopista...Madrid, Burgos, Vitoria, Bordeaux, Tours, París. Sin embargo llegó un momento en el que no me bastó con solo soñar los sábados así que, una de esas solitarias tardes me decidí a comprar el mapa para así cada noche, antes de irme a dormir, recorrer aquella línea roja que ya me sabía de memoria.
Quizá en esos días en los que, tumbado en la cama con la luz de una pequeña lámpara en la mesilla de noche, leía una y otra vez los distintos pueblos que tendría que pasar de camino a París no me daba cuenta de lo afortunado que era pese a no tener nada en la vida. Sí, la verdad es que entonces ni sabia que era uno de los chicos más ricos de este mundo ya que poseia un sueño y eso me convertía en alguien realmente poderoso.
No está mal recordar esto hoy, cuando poco a poco se van desvaneciendo esos sueños por estar atrapado, cautivo como aquella pequeña hoja, en un muro que me impide avanzar.
Hoy no hago más que repetirme una y otra vez lo mismo. Rubén, los sueños se cumplen. Se obstinado y no abandones. Pronto llegará esa onda que te ayude a salvar el muro. En nada seguirás fluyendo hasta tu destino. No dejes de soñar, Rubén. Se valiente como aquella hoja que cayó sobre el Sena en una lejana noche de agosto.
"Life's battles don't always go to the stronger or faster man. Sooner or later the man who wins is the man who thinks he can." Vince Lombardi.
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