La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

sábado, 25 de febrero de 2017

Día 44: Al otro lado de la cama.

¿De estar en pareja, en qué lado de la cama dormiría? 

Hace 3 años más o menos, en una tarde solitaria de viernes me dió por buscar algo en Google. Tecleé Belmond rápidamente en el iPad. En segundos tenía en pantalla lo que andaba buscando. Era la web del Santuary Lodge de la cadena de hoteles Belmond. 
En esa época no paraba de pensar en subir desde Cuzco a Machu Picchu. No sé de dónde diablos saqué esa idea, pero cada noche me dormía soñando con montar en el tren que, desde la antigua ciudad imperial peruana, subía a los pies de la selva donde se ocultaban los últimos vestigios de los incas. 

En esos días, después de cenar, me pasaba las horas muertas leyendo información sobre Perú, las ruinas y ese hotel. ¿Por qué ese y no cualquiera de los otros que poblaban la villa desde la que se subía a Machu Picchu? 

El primer día que mis ojos se posaron en este lugar vi una de las lujosas habitaciones. Las más bonitas, y caras, tenían una terraza mirando a la selva. Las fotos se veían increíbles, pero lo que me llamó la atención no fue el gran balcón o los "amenities" que ofrecían.

Hace tres años y medio no había nadie en mi vida, y sin embargo hice algo extraño. Reservé una habitación, para dos personas. ¿En qué pensaba?

Según pude averiguar en esas noches tumbado en mi cama llenas de historias de otros viajeros, la mejor época para ir hasta allí era de Abril a Octubre. Bien, pues en esas fechas el hotel estaba completo hasta más alllá de los dos años. Y es aquí cuando viene el hecho curioso, reservé esa habitación para la Semana Santa del 2017. En decir, para dentro de un mes y medio escaso. 

Mi mente volaba muy alto por aquel entonces. Joder Rubén, me dije, en tres años ya encontrarás a esa chica que vaya contigo cogida de tu mano, sino ya te vale. 

En realidad no era ese el único inconveniente a mi loco plan. La estancia en total, flores y bombones incluidos (ya que me pongo a reservar, debí decirme, ¡que coño, quiero chocolates!), pues eso que todo el tema salía por más de diez mil euros. Vuelvo a repetir una vez más, ¿en qué pensaba?

Todos los viajes comienzan dando un primer paso y ese fue el mío. Desde luego fue un movimiento hacia un abismo desconocido. No money, no girl. ¿En qué cojones pensaba?

Al ver esa habitación me fijé en su enorme cama y me imaginé durmiendo allí, abrazado a alguien. Me vi despertado por un suave beso en los labios al tiempo que el sonido de la lluvia se colaba por la terraza. No me digáis que ese sueño, esa ilusión no merecía la pena tenerla al menos una noche. Pues precisamente en eso pensaba. En compartir esa cama. Todo cuanto deseaba en la vida era dormir junto a una mujer que estuviera tan loca como para recorrer medio mundo conmigo. 
Quise dormir feliz durante una noche, por eso reservé esa habitación en ese lugar. 

Pero, ¿en qué lado de esa mullida cama del Santuary Lodge dormiría? 
¿Quizá el derecho? ¿Puede que el izquierdo?
En realidad, las veces que he compartido cama con alguien me ha sido indiferente. Siempre pregunto en qué lado prefieren ellas, más que nada porque suele ser su cama y yo el invitado. 
Sé que hay gente menos flexible, yo me conformo con dormir junto a alguien que desea despertar a mi lado. 

Hace un par de horas, al tiempo que en una conversación de whatsapp surgía el tema de los hábitos de la gente en cuanto a qué lado de la cama escogen para dormir y preguntarme sobre el tema me llegaba un correo. Un email de Belmond. Reserve sus vacaciones. Aconsejaban desde el encabezamiento. 









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