La vida no se mide en minutos se mide en momentos.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante.

lunes, 17 de abril de 2017

Día 58: Sueños compartidos.

"Dos desconocidos...tumbados uno junto al otro escuchando música.  Boca abajo y mirándose. Sin decir nada. Solo miradas nerviosas. Muy juntos. Sintiendo el latido rápido del corazón transmitiendose a través de la arena mojada.
Ella, con un suave movimiento, se acerca un poco más y él...él pone sus labios sobre los de ella sintiendo su sabor, mordisqueando los labios, jugando con su lengua...deliciosamente perfecto. Unos instantes después se separan únicamente para poder mirar sus ojos respectivamente. Ambos traviesos, entornados por el sol de un agosto que se acaba. De nuevo juntan sus labios fundiéndose en un beso salado y eterno.
¿Se podría añadir algo más a la sublime sensación de un beso en una playa a una preciosa desconocida?
Después de besarse un rato...él, cogiendo la mano de ella, la levanta suavemente y sin decir palabra alguna la lleva hacia el mar. Caminando se miran, observan cada movimiento del otro...ella sonríe nerviosa, el mira sus ojos embelesado. Cuando la costa ya se ve lejos se sientan sobre el fondo de un mar poco profundo. Uno frente al otro sonrien y acarician su piel húmeda, se vuelven a besar, abrazándose esta vez, acariciando ella la espalda de él. A lo que el responde, en un ataque de locura, quitandose el bañador y tumbadose completamente. Ella, poniéndose sobre él de manera que nadie pueda ver su ereccion, se aparta un poco la braguita del bikini e introduce el pene dentro de ella sintiendo todo su calor. Las pequeñas olas mueven sus cuerpos y así, en una mar en calma, pasan los minutos lentamente...siendo una sola alma y un solo cuerpo."
Sueños al atardecer.

Esto lo escribí hace un año y medio en un post de mi perfil de Facebook. Fue una tarde en la que, sólo, admiraba el mar y su movimiento ondulatorio. No podía concentrarme en el libro que paseaba cada tarde a la playa y cogí el móvil.

Recuerdo que imaginé a esa chica, la vi claramente en mi ensoñación. A mi lado, me sonreía tímidamente. Vi sus facciones, el color de sus ojos, su larga melena.

Cualquiera que mirase desde otro lugar no hubiera visto más que a un chico, yo, sentado en la toalla mirando a un horizonte lleno de pequeñas barquitas amarradas al fondo poco profundo del Mar Menor. Sin embargo, yo la observaba a ella. Claramente. Sin ningún género de dudas, ella estaba allí. En mi mente. En mi corazón.

Hace año y medio vi su rostro en una especie de epifanía, una clarividencia totalmente fantasmal.
Su mano tocaba mi cuerpo. Sus dedos paseaban por mi brazo, desde el hombro hasta la mano, haciendo pequeños dibujos en mi piel.
Veía mover sus labios, decían mi nombre. Ru, dame la mano.

Mis dedos, entrelazados a los suyos. Mi mano llevando la suya tímidamente hacia el mar. Sus uñas acariciaban el dorso de mi mano, mientras yo la susurraba...sígueme. Ella, por supuesto, así lo hizo y lentamente andamos hacia las profundidades de un mar de un leve calado, sutil.

Aquella tarde me ha venido hoy a la memoria al tiempo que miraba el sol bajar poco a poco sobre el horizonte. Una tarde especial, esa en la que el amor de mi vida se me apareció ante mi. Mi alma la pudo contemplar pese a la ceguera visual causada por un sol de finales de agosto, enrojecido  y llameante.

Tecleaba la escena en el móvil, deseando publicarla en mi perfil de Facebook por si ella, fuera quien fuese, reconocía por algún casual, haberse topado en sueños con la misma ilusión óptica. Nosotros caminando hacia el sol, unidos por nuestras manos y bañados por las sombras de los rayos del astro rey.
¿Quien lo vería? Amigos de amigos de amigos de amigos...soñaba que ella estuviera entre ese montón de gente.

Nadie, en cualquier caso, me hizo saber que había soñado lo mismo que yo. Ninguna chica dijo, Ru era yo esa chica que te besó sentados uno frente al otro en medio de aquel cálido mar. Nadie en año y medio me ha confesado que compartió ese sueño conmigo. Y esta tarde, haciendo una foto de mi pie sobre el sol, intentando caminar sobre las estrellas, he pensado...¿Y si ella no puede acceder a mi perfil? ¿Y si no está entre esos amigos de amigos de amigos de amigos? ¿Y si lo estaba y no pudo leerlo porque se encontraba de vacaciones? ¿Y si por algún hecho fortuito perdió ese día el móvil y no pudo entrar a la red social para dar a los "me gusta" de turno?

Se me han ocurrido un sinfín de posibilidades para que ella, la chica que se tumbó sobre mi cuerpo desnudo fundiéndonos en una sola alma, no hubiera podido reconocerse en ese embriagador y lujurioso sueño de verano. Así que poco después de contemplar la foto de mi pie al lado del sol me he dicho...Joder Rubén, se más ambicioso y no te quedes solo en el Facebook. ¡Lanza tu sueño al mundo entero!

Así que aquí me hallo, en mitad de la noche recordando un sueño de hace año y medio. Una visión de un ángel venido del mismísimo cielo, una chica de rostro tan claro para mi corazón como oscuro para el resto del mundo que no mirase con los ojos de mi alma.

Ojalá tenga más suerte en esta ocasión. Espero que la indiscutible globalización de este planeta, haga que estas palabras lleguen a los ojos de esa chica y pueda reconocer mi sueño, nuestro sueño compartido. Ese en el que ambos andamos, cogidos de la mano, hacia el sol para fundir nuestros cuerpos en uno solo, y buscandome me diga...Ru, soy yo. Por fin nos volvemos a encontrar, y está vez no es un sueño.

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