Los anillos de un árbol en el interior de su tronco. Las hojas que nacen de los tallos. Las alas de los pajaritos que se posan en sus ramas. Las nubes que atraviesan esas aves. Las estrellas que en ocasiones tapan los cúmulos. Los planetas que giran alrededor de esas estrellas. Las galaxias que repletos de planetas llenan el universo.
Todo. Absolutamente todo. Cada creacion, cada nacimiento, cada evento, cada sueño, cada vida está gobernada por una serie de patrones.
Los matemáticos los veneran. Los físicos los estudian. Los informáticos crean algoritmos para predecirlos. Los meteorólogos se fijan en ellos para sus previsiones...
Es muy complicado huir de los patrones. Nos persiguen a lo largo y ancho de nuestros sueños y pesadillas. Son lo que anhelamos y lo que tememos. Lo que sin duda nos atrae hasta límites insospechados.
Mi patrón está claro. Hace un tiempo escribí una entrada titulada, ¿las chicas malas nos resultan más monas?
Hay gente que busca chicas con un aspecto determinado, con tetas desproporcionadas, con culos imponentes, con un peso determinado, con curvas, con ojos claros, con pelo rubio o moreno. Yo no me fijo en nada de eso, la personalidad y que ella este totalmente pirada es lo que hace que mi corazón se vuelva loco y haga que mi mente realice cosas impensables.
En las últimas veinticuatro horas he pensado en ello trás una conversación con mi hermana. ¿Por qué estoy sólo en mis vacaciones? Le preguntaba sin querer escuchar la respuesta. ¿Será que me pasa algo? ¿No soy buena gente? ¿Alguien me habrá echado un mal de ojo? ¿Alguna de esas chicas a las que jamás llegué a conocer por diversos y absurdos motivos?
Mi hermana en toda su experiencia y sabiduria me contestó...Quizá sea por los patrones.
Desde luego que es por eso. Haciendo un ejercicio de introspección y memoria recuerdo haberme enamorado sólo de mujeres a las que les faltaba un tornillo o engranaje en su interior. No lo digo de forma despectiva, cuidado. Hablo con todo el respeto del mundo. Ese tornillo, esa pieza que faltaba en sus mentes inquietas es lo que las hacia únicas y lo que sin ningún género de dudas me atraía hasta la desesperación.
Sólo quizá una excepción. La mujer que durante diez años compartió mi vida se podría decir que era la más cuerda en un mundo de locos. Por eso, elucubrando una posible respuesta a mis actos, no me casé cuando me dijo...Rubén, creo que va siendo hora de pasar por la Iglesia. Quizá, no estaba lo suficientemente loca para que cuando me dijo que quería ser mamá yo le contestará vilmente con un ya veremos.
Si, ella no era mi patrón. Ella no tenía el tipo de personalidad que haría que dejase todo y a todos por una caricia, ella no era la persona capaz de conseguir que transgrediera las leyes por su mera protección y cuidado, ella no era el tipo de mujer por la que yo pudiera abandonar todos mis miedos para decir...si, quiero ser papá.
Una vez admitido eso, una vez puesto sobre la mesa que me pirran las chifladas. ¿Son ellas compatibles con mi forma de ser? ¿Soy un chiflado también y esto es como los imanes, polos iguales se repelen? ¿O quizá soy una persona demasiado cabal y en esta ocasión lo que es inmiscible son nuestras distintas personalidades, algo así como agua y aceite?
Sentado en el retiro, al pie del lago y viendo el atardecer sobre las copas de los árboles pienso en las posibilidades, busco patrones en el horizonte, hojas movidas por el aire, dibujos en las cortezas de los árboles, formas geométricas en la hierba. Mientras todo eso sucede y tecleo sin parar, sueño con compartir un abrazo o puede que un beso observando el rojizo astro y que de pronto esa enigmática y majareta mujer soltase algo como...Ru, te quiero.
Eso, queridos y desconocidos amigos, si sería estar loca de remate. ¿Quién es su sano juicio querría estar conmigo?
Mientras intento buscar respuestas a preguntas indiscretas escucho un murmullo. Miro alrededor. Detrás una chica lee, delante el lago refleja los rayos que caen sobre los árboles. Nadie más cerca de mi. El murmullo viene de mi mente. ¿Qué dices, Ru?
Escucho más atentamente. ¡Quieres dejar de escribir y disfrutar de la puesta de sol!
Esta bien, te haré caso. Luego lo acabo.
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