Esta mítica frase es del rebelde por excelencia, James Dean, y es una de las definiciones de lo que es la filosofía del Rockabilly. Una actitud ante la vida, una forma de ser y comportarse.
¿Soy un Rockabilly?
Para responder esta pregunta contaré una pequeña historia.
Hace muchos años, cuando aún no había salido del instituto, había alguien a quien quería parecerme. Con 16 años, más o menos, tenía en mi poder una cinta de video y era mi bien más preciado. En la carátula se podía leer, Aloha from Hawaii. Si, en mis manos estaba posiblemente el mejor concierto de Elvis de todos los tiempos.
Más joven aún ya tenía un cassette de sus grandes éxitos. Escuchado hasta la saciedad, tarareaba esos ritmos increíbles e incluso cantaba algún estribillo que otro. Canciones que hablaban de un modo de ver la vida, de amores y desamores, de romanticismo, de vivir el momento y disfrutar cada segundo.
De chaval estaba alucinado por esa música, y por lo que intuía que decían esas canciones. Pero no fue hasta ver ese concierto cuando me di cuenta de que Elvis Presley era alguien muy especial y que quería ser como él. Como los personajes de sus canciones, como los protagonistas de esas letras tan pegadizas.
Deseaba ser un chico que luchara por lo que creía que era lo correcto, rebelandome ante cualquiera que dijera lo contrario. Quería ser romántico para que las chicas cayeran rendidas ante mi. Soñaba con tener el magnetismo que Elvis poseía con las mujeres, una atracción sensual y sexual.
Mi ilusión era enamorarme y contar y cantar que estaba enamorado. Decir lo tonto que era por quedar prendido de la mujer equivocada. Gritar a los cuatro vientos cuales eran mi ideales, por los que yo me guiaba y en los que creía.
Elvis era mi ídolo. Sin ninguna duda quería ser como él.
En los años 50 apareció un estilo de música distinto, una variante del Rock and Roll. Y con esos ritmos surgieron grupos que vivían según esa filosofía. Se reunian en bares, los honky-tonks, donde la música en directo amenizaba las charlas y con un float en la mesa y una hamburguesa en las manos hablaban sobre amores, vivir a tope y disfrutar cada instante como si fuera el último.
Jóvenes que querían huir de la realidad que les había tocado vivir y soñaban con un mundo distinto. El greaser contra el conservador. Dos modos de ver la vida.
El greaser, con su pelo engominado y mirada desafiante, adoraba la música Rockabilly. Escuchaban a Eddie Cochran, Elvis, Johnny Cash, Buddy Holly. Y en esa estética situamos a James Dean, en ese estilo de vida con el que comenzaba hoy.
Y volviendo a la pregunta que me hacia unas líneas más arriba debo contestar que aún no lo soy. Pero que me encantaría. Soy rebelde, romántico, creo en el amor y he tenido desamores. Intento disfrutar del presente sin que el futuro me condicione. Me gusta la estética del Rockabilly, aunque no lleve tupé y gomina, y creo en sus ideales. Pero me falta algo. Atreverme a vivir rápido, sin miedo. Y, por supuesto, dejar un bonito cadáver.