¿Cuanto duerme un pajarito?¿Los gatos sueñan?¿De qué están hechas las nubes?¿Cuanta sangre bombea el corazón humano en una hora?¿Es el universo infinito?
Ninguna pregunta se le resistía, algunas las resolvía en minutos otras quizá le llevaban días. Con el paso del tiempo y al ir haciéndose mayor, cada vez le resultaba más sencillo dar respuesta a las cuestiones que se le planteaban. Y un día, harto de saberlo todo, cerró los ojos y se tapó los oídos con las manos. Así ni escucharía ni vería nada que pudiera parecerse a un enigma. Por fin su cansada mente se tomaba un merecido descanso. Sin embargo poco aguantó de esta manera. No pudo resistirse más que unas pocas horas, no dejaba de pensar que diablos estaría ocurriendo a su alrededor. Así que, algo nervioso, abrió un ojo muy despacio. ¿Y qué fue lo que vió? Pues nada más y nada menos que a una chica, delante suyo se encontraba una preciosa mujer rubia. Ella le observaba a cierta distancia. Era muy delgadita y tenía el pelo recogido en una coleta. Unos pequeños mechones le caían por la frente. Sus ojos parecían dos gotas enormes de agua, cambiaban de color según el ángulo con el que ladeara la cabeza. En un momento dado eran marrones, segundos después pasaban a ser verdes, poco más tarde grises con pequeños matices de un azul hielo devastador. Su cara era de una belleza tal que, por un instante, no reparó en algo. Llevaba un fino colgante dorado al cuello, sobre su piel descansaba una D que brillaba casi tanto como sus ojos.
Su mente empezó entonces a jugar como lo había hecho toda su vida y miles de datos acudían a su cabeza analizando cada detalle que veía. Era muy rubia, ¿vendría de algún lejano y frío país del norte?¿El colgante sería un regalo de algun familiar?¿La D podría ser la inicial del nombre de su madre?¿Del suyo quizá?¿Era danesa? Eso explicaría la misteriosa letra y su color de pelo...
Tras un largo rato cavilando se dijo que tenía que averiguar algo más sobre esa mujer para obtener alguna respuesta así que siguió observándola.
Su ropa era...¡Espera un momento! Se dijo de pronto. Bajó la mirada hacia él y luego la miró a ella. ¿Cómo es posible que yo lleve un plumas y tenga heladas las manos y ella vaya con una simple blusa y pantalones cortos? Una nueva pregunta se unía a las demás.
Se fijó entonces en sus manos. Rosadas y de finos dedos, las uñas pintadas de un color entre el rojo y el granate, tendría que mirar los catálogos de Sephora para definir la tonalidad exacta. Un anillo en forma de serpiente adornaba su dedo índice de la mano izquierda, en la derecha portaba una pulsera también dorada como el colgante, con unas pequeñas piedrecitas que relucían lanzando destellos al aire.
¿Quien eres? Se preguntó, en un susurro casi inaudible.
Estaban sentados en un suelo blanco, con las piernas cruzadas y la miradas fijas el uno en el otro. Él rozó la superficie con sus dedos, fría y suave. ¿Mármol? Ella no se movía, a su lado un bolso reposaba en el inmaculado piso.
Entonces, sin previo aviso, ella habló. "Rubén, todo el mundo tiene derecho a tener una Penny en su vida." ¿Cómo?¿Pero qué diablos significa eso?
¿Qué? Fue la única palabra que pudo soltar Rubén en ese preciso instante. Intentó repetir la dichosa frase en su mente, analizarla, desentrañar su significado, pero le fue imposible. Estaba impactado por la sonoridad de su voz. Dulce, cálida, tranquila. ¿Y con algo de acento?
Transcurridos unos segundos la mente de Rubén empezó a funcionar. Bien, veamos. ¿Penny?¿A quién conocía que se llamara Penélope? No recordaba a ninguna mujer de su vida que respondiera a tal nombre, ¿se estaría refiriendo a la famosa calle de la canción de los Beatles?¿Penny Lane? Rebuscó la letra en su mente y empezó a tararearla ...Penny Lane is in my ears and in my eyes, there beneath the blue suburban skies... No, no encontraba ningún sentido a todo aquello. Iba a dirigirse a la enigmática desconocida para preguntarle sobre la frase cuando una idea se formó en su caprichosa mente. No, imposible que fuera tan tonto como eso.
Entonces sucedió algo profundamente intrigante, ¿más aún? Como si de una bella princesa de cuento se tratara se levantó del suelo y pausadamente se acercó a Rubén. Se agachó al llegar a la altura donde él seguía sentado y de cuclillas acarició su cara muy suavemente. La piel de él se erizó al sentir sus cálidas manos, una electrizante energía recorrió cada parte de su cuerpo y sintió como su corazón se aceleraba. Un olor dulce y profundo llegó hasta su alma, su perfume era fascinante, tan embriagador como destapar un frasco con cien mil rosas atrapadas en él. Con los ojos cerrados, Rubén aspiró brevemente para sentirla muy dentro, sin embargo al volver a abrirlos una tristeza infinita se apoderó de todo su ser. Ella ya no estaba allí. En su lugar habían aparecido decenas de personas, coches y ruidos. Se encontraba sentado en un banco de una importante calle de Madrid. Aún impactado por el olor y presencia de aquella misteriosa chica se percató de un detalle. Frente a él, saliendo de una tienda con una bolsa de Guess en la mano, vió esos ojos de un azul glaciar cargados de una inocencia infinita, durante unos breves segundos reconoció esa cándida mirada que tan sólo unos instantes antes le contemplaba con ternura. Y un pálpito tan breve e intenso como la descarga de un rayo de millones de watios de potencia, hizo que los curiosos ojos de aquel chico que hacia un rato no deseaba desentrañar ningún enigma más, cansado de este maldito planeta y de su falta total de empatía, volvieran a tener un brillo especial. Esa vitalidad característica, que desde pequeño le había llevado a aprender sobre todas las cosas que le rodeaban, había vuelto. Él solía comparar el placer que le daba el conocimiento con un orgasmo con Gisele Bündchen, estúpido símil por otra parte. Sin embargo en esta ocasión no sería nada fácil, ya que ante si tenía el reto más impresionante al que jamás se había enfrentado, intentar responder a una sola cuestión. ¿Quién era esa chica?