Deseo respirar, sentir y ver, escuchar y por supuesto paladear el sabor del amor.
En mi mundo, en ese en el que deseo vivir, el amor tiene el don de la ubicuidad.
No pienso claudicar ante esa idea. Por eso, hace un par de minutos, siguiendo los pasos que dio Dorothy antes que yo, he juntado tres veces mis talones y he deseado que algo mágico suceda.
Amor, ven en mi búsqueda. He repetido la primera vez. Encuéntrame esté donde esté, es lo que he dicho la segunda. Y, finalmete, abraza mi alma.
Mis zapatillas no son mágicas como lo fueron los zapatos de Dorothy, en realidad son las sandalias de la playa. Pero mi fe en el amor puede con esa minucia. No en vano, el amor es omnipresente. Ubicuo. Esta en el aire que respiramos.