¿Qué pasará cuando te enfades por alguna estupidez que haya hecho?¿Seguiremos cogidos de la mano? Esa unión de ambas palmas, ¿será incondicional?
Sabes que mi mano es sincera, acaricia llevada por el alma cuyas órdenes son ejecutadas por el corazón. ¿Qué hará la tuya si te ofrezco la mía?¿Irá rápida y veloz a su encuentro o se lo pensará y tímidamente estudiará una manera de entrelazar dedos sin parecer que es lo que deseas?
Tengo el presentimiento de que tu mano y la mía se gustan. Es un simple pálpito, una corazonada si lo prefieres. De hecho, ahora la miro. Observo mis dedos. El más gordo es cabezota y no quiere soltar prenda. El índice solo apunta a una dirección, ¿será donde tengo que buscarte? El medio mira para otro lado como queriendo despistarme. El anular es mudito, interroga con la mirada a los demás y le conminan a seguir el pacto de silencio. ¡Ay, si no fuera por el pequeñito! El más valiente de todos me susurra al oído que echa de menos tu mano. No solo eso, me confiesa. Los cinco estamos coladitos por los de ella. ¡Averigua dónde está! Encuéntrala y tráela aquí para que podamos abrazarnos, me sugiere el pequeñín.
En el fondo, yo entiendo ese capricho. El abrazo de dos manos enamoradas es una de las cosas más bellas del planeta. En sus muchas vertientes. De lado. Dedos entrelazados. Meñique con meñique. Uniendo las puntas de los dedos. O simplemente, palma de él sobre palma de ella. Ya lo dibujó Miguel Ángel en los techos de la Capilla Sixtina, en esa bóveda dos manos se buscan. Esa unión transfiere toda la energía de un cuerpo al otro. Un vínculo íntimo, en el que los latidos de un corazón se sienten en el del otro.
Por eso yo me pregunto en esta tarde primaveral, ¿será tu mano capaz de aguantar la mía?¿será la mía capaz de sostener la tuya?
Con los ojos abiertos y la mirada perdida en el horizonte, veo nuestras manos unidas recorriendo miles de lugares. Fotos aún no realizadas de ellas sobre el Empire State, navegando por el Sena, de paseo por el Vaticano para contemplar esas primeras manos que desencadenaron todo, bajo las cataratas del Niagara mojándose divertidas, en una terraza refrescándose el gaznate, juntas en una montaña rusa gritando por el vértigo... Instantaneas soñadas, imágenes idealizadas de momentos robados a un tiempo que aún ni existe. Todas ellas reunidas en un álbum en cuya portada se lee algo escrito por la mano de él, acompañado de un corazón dibujado por la de ella.