Siempre se ha creido que llegará un instante en el desarrollo de la humanidad en el que habrá un cambio irreversible donde todo lo que conocemos, sentimos y observamos jamás podrá volver a ser igual. Este momento en el espacio-tiempo, es lo que se ha venido a llamar singularidad.
En el ámbito de la ciencia, ese singular punto vendrá dado por varios factores. La neurociencia y el estudio de los sistemas de inteligencia artificial junto a la compleja simbiosis cerebro-máquina harán que dentro de no mucho podamos averiguar qué es lo que realmente piensa y siente una persona.
Erase una vez una chica cuyo rostro brilló junto al de la Luna llena. Sus ojos parecían estrellas y su sonrisa pequeñas nubes algodonosas que flotaban alrededor del luminoso astro.
Como toda narración que se precie de ser contada, debe tener un hilo conductor, éste no puede ser otro que su singular cerebro. Él es el prota en esta ocasión, el hilo, nudo y desenlace de esta pequeña historia.
Sobre el papel, su cerebro visto desde fuera no revestía nada especialmente llamativo. Era igual que muchos otros, con sus rugosidades, sus lóbulos perfectamente diferenciados, su bulbo, su cerebelo. La singularidad (esta palabra se va a repetir bastante a lo largo de tan singular escrito) residia en lo que había en su interior y recorría velozmente axones y dendritas a traves de los neurotransmisores. Esos paquetes de datos que, sin parar, discurrían fugazmente de un lado a otro creando verdaderas autopistas de pensamientos, era lo realmente fascinante de esta chica.
En el mundo del mañana, sería muy sencillo poner ciertos electrodos en puntos estratégicos de su esponjoso cerebro y observar mientras las máquinas analizan datos y comportamientos.
En el mundo de hoy, esa mujer es el enigma del siglo. Decenas de personas en algún momento u otro de su vida se preguntaron algo que jamás tendrían oportunidad de averiguar. ¿Qué pensaba?
Si lloraba, ¿era de felicidad o de tristeza? Si sonreía, ¿se debía a algun hecho del presente, del pasado o quizá del futuro?
¿Un si, era realmente un si? ¿Las palabras que salían por su boca eran la transmisión literal de sus pensamientos o su prodigiosa mente la engañaba con algún truco que solo ella era capaz de realizar? ¿Tenía sentimientos o al ser un cerebro tan desarrollado, éste los había desechado al fondo "del armario" por ser inservibles en épocas en las que esta mal visto dejar hablar al alma?
Ningún ser humano se propuso averiguar realmente tales cuestiones. Todos se rendían al primer embate de dificultad. Todos y cada uno de ellos dijeron, bueno ya llegará el dia en el que las máquinas hagan ese trabajo. Un día los ordenadores entenderán la mente de esta chica cuya cara refulgió en una ocasión tanto como lo hizo la bella Luna.
Ese nudo gordiano tan dificil de desliar que era su mente causó estragos en algunas personas, pero quizá la más afectada era la propia chica. Muchas veces quiso huir de ella, dejándola abandonada en cualquier antro maloliente. No pocas noches intentó dar esquinazo a su vívido cerebro, pero éste se las sabía todas y por muchos garitos a los que fuera siempre se acostaba con el acuestas. No había forma alguna de desligarse de sus pensamientos.
No todo era sufrimiento, desde luego. Esa hiperactividad eterna que mantenía su mente en vertiginoso funcionamiento, le hacía ser una persona tremendamente inteligente. ¿Pero hasta que punto valía la pena? Muchos conocimientos, mucha sabiduría, el dominio de muchas artes y sin embargo cada noche solo su cerebro era capaz de comprenderse a si mismo. Como una máquina que llegado ese punto de inflexión, esa singularidad, sabe aprender de si misma para hacerse mejor y más eficiente, desoyendo al cada vez más tímido corazón cuyo hilo de voz apenas se escucha entre el rugir de la información correteando a velocidad de la luz por todo su cerebro.
En este punto de mis cuentos siempre suele aparecer el héroe, sin embargo en esta ocasión esa persona no tiene pinta de valeroso y fuerte caballero andante.
El único ser humano capaz de comprender ese cerebro es uno que, muy lejano de ese estereotipo de chico con capa y espada, pese a los nulos abances no se detiene en su férrea determinación de averiguar quien es la mujer de la Luna llena.
¿Qué le lleva a ello? En una de mis historias sería el amor, el verdadero amor. No obstante este cuento es muy peculiar (singular, si lo preferimos) y su motivo puede que no sea ese.
El antihéroe sabe que hay muchas cosas que los hombres no conocen, que permaneceran durante mucho tiempo en algún lugar etéreo y nebuloso, velado para el entendimiento humano. Quizá hasta que alguna máquina, robot o ser artificial sepa desentrañar esos misterios.
El antihéroe no quiere conocer sus pensamientos por simple curiosidad o por llegar donde ningun otro hombre estuvo. No desea culminar ninguna cumbre antes que nadie por el simple mérito de haberlo conseguido.
El antihéroe, el único que tiene la potestad real de averiguar el secreto de los pensamientos de la chica-luna, tan solo desea coger su mano en las noches en las que ella desee huir agobiada por su hiperdesarrollada mente y decirla entre susurros. Tranquila, yo te entiendo y estaré a tu lado para siempre. Cada amanecer de cada día besaré tu alma y acariciaré tus pensamientos.
Algunos científicos han dado fecha para esa singularidad. Mediados del siglo XXI. En ese momento la neurociencia y la tecnología se unirán para que el ser humano llegue a un punto de no retorno. Entonces esa chica dejará de ser un misterio, y quizá por trartarse de algo cotidiano eso de leer y comprender mentes, nadie se preocupe por averiguar sus sueños y pensamientos.
Suena demasiado gris, ¿no creéis? Alguien debe dar color a este final e intentarlo antes de que ese día llegue y el mundo sea demasiado viejo para creer...en lo singular del amor.
Antihéroe, ¿dónde te metes? Esa chica necesita que le sostengas la mano en las noches más oscuras.